Esta última afecta al 23.4 por ciento de la población, en tanto que los pobres no extremos constituyen el 36 por ciento. En números absolutos, lo anterior significa que cerca de 5.8 millones de personas viven en pobreza no extrema, y 3.7 millones en pobreza extrema. No menos preocupante es el sesgo étnico: los indígenas son más afectados por la pobreza que los no indígenas.
Los datos del INE dan cuenta del aumento tanto relativo como absoluto de estos indicadores, lo cual significa un retroceso en la calidad de vida de la mayoría de la población. Como el cangrejo, el país va retrocediendo.
La interpretación de estos resultados puede ser diversa, pero no dejan lugar a dudas respecto de la falla esencial de la organización económica-social del país: no ha sido capaz de ofrecer mejores condiciones de vida a las y los habitantes; por el contrario, en los últimos quince años ha hundido en la pobreza y la pobreza extrema a más y más personas. ¿Qué está fallando?
A su modo y en su tiempo, esta misma pregunta se formuló Pedro Molina en el Editor Constitucional del 4 de junio de 1821:
¡Nosotros somos una nación numerosa, y no tenemos brazos! ¡Poseemos un suelo fertilísimo, y nos faltan rentas! ¡Somos activos, laboriosos, y vivimos en la indigencia! Pagamos tributos enormes, y se nos dice que no bastan! ¡Estamos en paz por fuerza, y nuestras personas y nuestros bienes no están seguros dentro! ¿Cuál es, pues, el enemigo oculto que nos devora?
Desde el inicio de este siglo, la riqueza en el país ha venido creciendo a una tasa promedio anual de 3.48 por ciento; con altibajos, pero ha crecido. De acuerdo con datos del Banco de Guatemala, en 2015 el Producto Interno Bruto, llegará a un crecimiento acumulado de 50 por ciento, en comparación con el PIB de 2001.
Nominalmente, pues, “el país” sería 50 por ciento más rico que al inicio del siglo. Pero el estudio presentado ayer por INE nos está diciendo, implícitamente, que mientras unos se enriquecieron, otros se empobrecieron. Tenemos un grave y evidente problema de distribución.
Y entonces, la pregunta de Pedro Molina nos golpea con fuerza desde el pasado: ¿Cuál es, pues, el enemigo oculto que nos devora?
Es insoslayable que nos hagamos a fondo esa misma pregunta pero, sobre todo, que trabajemos para cambiar esa realidad. Para no seguir retrocediendo, como el cangrejo.
Publicado el 11 de diciembre de 2015 en www.s21.com.gt por Editorial Siglo21 http://www.s21.com.gt/editorial/2015/12/11/como-cangrejo-vamos-retrocediendo
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