Y después del voto, ¿qué?

Los compromisos ineludibles, en lo que a gasto se refiere, deberán ser afrontados con absoluta responsabilidad y además con un estricto cumplimiento.

Sin embargo, un aporte importante que puede dar el próximo gobierno es la búsqueda, con lupa, de rubros de los que se puedan disponer y hacer lo más, con lo menos posible —ese al final es el reto de aquel que presume ser buen administrador—.

Es un imperativo que estos cuatro años venideros se conviertan en un antes y un después en la administración pública, y ojalá los gobernantes no se obnubilen y sean capaces de mantener clara la visión sobre las demandas ciudadanas, que han pedido transparencia y exigido intolerancia total al abuso y la corrupción.

Se espera que quien resulte favorecido con el voto ciudadano sea drástico y severo con el manejo de las finanzas para destinar los recursos a donde se hace necesaria la presencia del Estado y evite el gasto superfluo, de compadrazgo y favoritismo electorero.

Guatemala ha madurado y demanda la respuesta de los políticos, tanto de vieja data como de reciente incorporación, sea adecuada y congruente con esa visión ciudadana que demanda responsabilidad en el manejo de la administración pública.

A mi entender, los ciudadanos no están pidiendo milagros a los gobernantes. Es más, pueden hasta resultar tolerantes y comprensivos por algún tiempo, siempre que perciban que hubo esfuerzo, dedicación y empeño por hacer las cosas bien.

Sin embargo, ya hemos visto que Guatemala puede actuar con drasticidad si es engañada, traicionada o burlada.

Hemos sido parte de una demanda dura, que es capaz de alzar la voz colectiva para reclamar justicia, orden, gobernanza u honradez. Son lecciones ofrecidas por la colectividad y que salieron a luz sin coacción, manipulación, o empuje de parte interesada.

El nuevo gobierno debe estar consciente de que tendrá un pueblo que observa, permite y apoya, pero también que es capaz de reclamar, protestar y hasta expulsar, si se hace necesario.