Como bien lo explicó recientemente Luis Figueroa, en su blog Carpe Diem (luisfi61.com), no se le puede llamar “desastre natural” a este tipo de eventos. Existen en el mundo muchas “amenazas naturales”; es decir, circunstancias de la naturaleza que amenazan la existencia o el bienestar de los seres humanos, como por ejemplo terremotos, huracanes, erupciones, tsunamis, inundaciones, etcétera. Esas amenazas son un hecho, allí están, no podemos —por el momento— hacer nada para evitar que sucedan. En el caso de Guatemala en particular, la naturaleza nos dotó de una cuota más grande de amenazas que la mayoría de otros lugares. De allí que debemos tomar las decisiones adecuadas para evitar ser víctimas de esas amenazas naturales. Se asocia que las personas más expuestas a las amenazas naturales son aquellas que viven en pobreza y pobreza extrema, lo cual generalmente es cierto, aunque no siempre, al grado que no son solo las personas que viven en asentamientos quienes corren riesgos, sino también muchos de otros niveles socioeconómicos que lamentablemente tampoco se han percatado del riesgo que corren.
Mucho se ha hablado y dicho de la responsabilidad de las autoridades sobre estas tragedias —no los eximo de tener buena parte de la culpa—, pero yo creo que al final, en última instancia, somos cada uno de nosotros quienes debemos velar por nuestra seguridad y la de nuestros seres queridos, aun a pesar de las carencias materiales. Debemos entender que nuestro bien más preciado es nuestra propia vida y debemos valorarla más allá de los pocos o muchos bienes materiales que podamos poseer. Pongo como ejemplo varios casos que se han dado en nuestro país, de personas que aun luego de repetidas advertencias sobre el peligro que puede representar habitar algunas viviendas se resisten a dejarlas, poniendo en peligro su vida y las de los suyos. ¿Será que vale la pena?
Volviendo al tema de la pobreza. En efecto, es uno de los factores de riesgo y precisamente por eso es tan importante que en lugar de desperdiciar tiempo y recursos —y valiosas vidas— en idear veinte mil esquemas de “redistribución” de la riqueza que ya han probado hasta la saciedad su nula capacidad para sacar a las personas de la pobreza, mejor enfoquemos nuestros esfuerzos en establecer las condiciones necesarias para atraer inversiones y crear riqueza. De otra manera, cada vez que se dé una nueva tragedia volveremos a lamentar muertes y nos volveremos a contentar con ponerle una curita a las llagas que seguimos arrastrando. ¡No debe ser así!
Publicado el 08 de octubre de 2015 en www.prensalibre.com por Jorge Jacobs http://www.prensalibre.com/opinion/angustia-y-esperanza
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