Marta Yolanda Díaz Duran
Me alegro cada vez que me entero de que un corrupto es acusado y enviado a la cárcel, no importa quién sea y qué cargo ocupa o haya ocupado. Me alegro porque es lo correcto. Espero que mi alegría sea sostenible en el largo plazo cuando se emita una condena definitiva que incluya primordialmente la compensación justa a las víctimas del corrupto: nosotros los tributarios de Guatemala.
Por supuesto, espero que lo anterior se dé después de cumplido con el debido proceso y debidamente probada la culpabilidad del acusado. Me alegra que algunos de los miles que han pasado por el gobierno, tanto el actual como los anteriores, paguen las consecuencias de sus acciones.
Pero esa alegría no nubla mi razón ni mi entendimiento. Ni voy a endiosar a Iván Velásquez ni me voy a enajenar ante los shows mediáticos que han montado para anunciar con bombos y platillos lo que todos sabemos desde tiempo atrás: que el aparato burocrático estatal está podrido hasta sus mismas entrañas.
Celebro que finalmente (al menos eso parece) hacen algo positivo los señores de la Cicig y los fiscales del Ministerio Público y que haya alguna evidencia que podría servir de referencia para condenar a muchos más de los que han sido acusados formalmente; incluido el todavía presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina. Que vayan tras los meros jefes; no solo persigan a los gatos y los mandos medios.
No obstante mi alegría, no falseo la realidad: el súbito despertar de Velásquez y su gente se debió a la amenaza de que no les iban a prorrogar el mandato.
También reconozco que después de que lograron la prórroga continúan destapando cloacas por la presión ciudadana y la injerencia del Gobierno de EE. UU. en nuestro país con el objetivo de llevarse ¿a Washington? ¿a Nueva York?, sin mayor problema, a Roxana Baldetti para juzgarla como mínimo por lavado de dinero.
¿Qué pasará cuando logren su objetivo? Sin duda, seguirán interviniendo de una manera u otra. Es parte del modus vivendi de la burocracia gringa. Pero ¿es eso lo que queremos para nosotros y nuestros seres queridos en el largo plazo?
Pienso que llegó el momento en el cual los mandantes de este país asumamos el control de nuestro Estado: los que hemos elegido Guatemala como nuestro hogar independientemente de si nacimos aquí o no, nosotros los tributarios que con nuestros impuestos mantenemos a aquellos que hasta hoy se han dedicado principalmente a violar nuestros derechos individuales y vivir de manera parasitaria exprimiendo a quienes nos esforzamos mental y físicamente para producir y crear riqueza, asumamos el poder que legítimamente nos corresponde y hagamos al sistema político vigente los cambios radicales que necesitamos para vivir en una sociedad pacífica basada en el respeto de los unos a los otros y la igualdad de todos ante la ley.
Hace unos años aprendí que uno debe elegir con cuidado sus batallas para alcanzar sus objetivos. Para lograr el cambio que nos permita prosperar yo ya elegí la mía: la batalla de las ideas. ¿Y usted?
Publicado el 20 de julio de 2015 en www.s21.com.gt http://www.s21.com.gt/principios/2015/07/20/corruptos-carcel
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