PHILLIP CHICOLA
La antipolítica se apodera de la elección. Dos encuestas recientes, levantadas en la última quincena de mayo pasado, muestran una tendencia que empieza a alterar el mapa electoral. La primera de ellas, levantada por la empresa Borge y Asociados para Canal Antigua y Contrapoder, ubica al comediante en tercer lugar con 10.4 por ciento de intención de voto. La otra medición, levantada por un encuestador privado, también ubica a Morales en el tercer lugar con 7.2 por ciento.
El crecimiento de Morales, un candidato sin trayectoria y con un partido sin mayor organización, no es más que la materialización de la antipolítica.
La antipolítica debe entenderse como una muestra de distanciamiento entre la ciudadanía y lo político, dígase el Estado, los partidos y las elites. La corrupción, la falta de respuestas desde lo público y la deficiente calidad de servicios estatales, erosionan la legitimidad del sistema. El descontento se agudiza en períodos electorales, cuando la ciudadanía realiza que la oferta partidaria constituye una continuidad del modelo. Tales condiciones favorecen a los “políticos antipolíticos”, que en palabras del sociólogo Andreas Schedler son aquellos actores ajenos al sistema que irrumpen en una elección apalancados en la crítica contra los partidos tradicionales.
Podemos en España, que surge como derivación del movimiento de los Indignados, y en rechazo a la corrupción del PP y a la falta de resultados del PSOE, es quizá el paradigma más reciente. Pero el fenómeno pareciera replicarse a escala global. En Italia, el comediante Beppe Grillo integró el Movimiento Cinco Estrellas, afincado en el rechazo al sistema de partidos. En el 2013, obtuvo un 25 por ciento de los escaños en el Parlamento. En América Latina, la antipolítica ha sido un fenómeno común luego del colapso de los partidos tradicionales. En 1998, la candidatura de Hugo Chávez –un exgolpista– se presentaba como la opción antisistema luego de sendos fiascos de Acción Democrática y COPEI. Caso similar ocurrió con Rafael Correa y Evo Morales.
En la Guatemala del 2015, la crisis del sistema patrimonial junto al descontento urbano con la oferta electoral, pues la concibe como continuidad del saqueo, generan condiciones favorables para la apatía y la antipolítica. El alto nivel de indecisos, de personas que simplemente indican que no participarán en los comicios, o el llamado al voto nulo, constituyen el reflejo de lo primero.
El repunte de Jimmy Morales evidencia la consolidación del segundo fenómeno. El comediante representa justamente al candidato externo al sistema. Su discurso de “Ni corrupto ni ladrón” es el medio de cuestionamiento al decadente modelo patrimonial. Mientras que en las mediciones cualitativas, los entrevistados le catalogan como “honesto” y “bien-intencionado”, en contraposición a la percepción de corruptibilidad de la oferta partidaria.
El reto de cualquier antipolítico es trascender a la inercia. La crisis coyuntural agudiza la demanda de un candidato externo. Pero una vez la crisis mengüe, la interrogante será si el discurso antisistema de Morales será suficiente para suplir la falta de organización partidaria y su falta de experiencia. De ello dependerá si Jimmy Morales se posiciona como un actor central del proceso.
Publicado el 09 de junio de 2015 en www.elperiodico.com.gt http://www.elperiodico.com.gt/es/20150609/opinion/13507/El-fen%C3%B3meno-Jimmy-Morales.htm
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