Votar nulo beneficia a los grandes

Un voto de rechazo genera el efecto inverso en nuestro sistema.
El descontento con la oferta electoral es evidente. Una encuesta reciente revela que más de un 30 por ciento de los ciudadanos señala que si las elecciones fueran el próximo domingo, no asistiría a las urnas. A estas mismas alturas, en el 2011, tan solo un 11 por ciento de los encuestados mostraba tal apatía. Agreguemos que del 70 por ciento que dice que sí asistiría a los comicios, más de una tercera parte aún no tiene preferencia por ningún candidato. Al evaluar las razones detrás del votante apático e indeciso, las encuestas identifican tres causales: 1) el elector no se siente satisfecho con las candidaturas; 2) el votante siente que ningún partido o candidato le representa; y 3) el ciudadano no conoce a las opciones políticas pequeñas.

Por lo anterior, ha empezado a emerger entre el votante urbano un movimiento que propugna el voto nulo como muestra del rechazo a la oferta electoral.

Sin embargo, en Guatemala, el voto nulo no está reconocido legalmente. Simplemente se le contabiliza como un voto inválido, junto con los votos en blanco. Por esta razón el sistema electoral es incapaz de reconocer esta expresión de rechazo. En otras latitudes, en cambio, el voto nulo sí tiene validez jurídica. En Argentina y Colombia, si más del 50 por ciento de los votos son nulos o blancos, se repite la elección. En países europeos como España y Holanda, los votos blancos y nulos tienen representación parlamentaria. Es decir, en proporción al porcentaje de nulos y blancos, se dejan escaños vacíos en el Parlamento, como manifestación del rechazo ciudadano a la oferta partidaria.

No obstante, en Guatemala, al no estar legalmente reconocido, el voto nulo tiene efectos contrarios a la intención de mostrar rechazo a la oferta política.

En el caso de la elección presidencial, los votos nulos o blancos benefician al candidato mayoritario. E incluso, podrían ser la razón para que un puntero gane en primera vuelta. Veamos el ejemplo. En un país hay 100 empadronados, y el candidato puntero tiene 41 por ciento de intención de voto. Una fuerte campaña en favor del sufragio nulo consigue que un 20 por ciento de los votantes anulen su voto el día de la elección. Al contabilizarse estos como inválidos, el resultado consignará solo 80 votos válidos. Y si el candidato puntero obtiene 41 votos, que esto equivale a la mitad más uno de los válidos, por lo que resultará ganador en primera vuelta.

En el caso del Congreso el efecto es similar. En Guatemala se utiliza el sistema proporcional de minorías –o Método D’Hondt– para calcular la cantidad de curules que obtiene cada partido en proporción a los votos obtenidos. Bajo fórmula, al contabilizarse un alto número de votos nulos o blancos, disminuye la cifra repartidora, por lo que el efecto proporcional se reduce. De tal forma, los dos partidos más votados obtienen más escaños en el Congreso.

En términos prácticos, el voto nulo genera un efecto contrario al deseado: en lugar de mostrar el rechazo a la oferta política, este termina beneficiando al candidato mayoritario en la elección presidencial, y a los dos partidos más grandes en la elección al Congreso.

Publicado el 02 de junio de 2015 en www.elperiodico.com.gt por Phillip Chicola
http://www.elperiodico.com.gt/es/20150602/opinion/13205/Votar-nulo-beneficia-a-los-grandes.htm

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