Los guatemaltecos creemos que nuestras crisis son solo nuestras y así vivimos en la búsqueda del agua azucarada. No se trata de copiar por copiar lo que otros países han hecho porque cada realidad es compleja y distinta, pero la cooptación de instituciones para perpetuar la impunidad no es un fenómeno propio, por el contrario, es compartido y no hay otra nación que se salve de algún intento, debemos aprender del esfuerzo de otros.
Estamos en una etapa histórica donde los procesos de cooptación se han perfeccionado y después de décadas de ataque sus frutos se ven de forma pública y sin vergüenza, para muestra: hace cuatro años se celebraron elecciones y antes que los diputados asumieran sus curules buena parte de ellos se habían cambiado de bancada; por su parte los alcaldes sólo buscan subirse a un barco ganador y el descaro de saberse sin fiscalización ciudadana los hace lucir sus nuevas camisetas con cuero de danta; pero si los alcaldes y los diputados fueran el problema, basta ver el Ejecutivo porque nadie tiene claro si existe o no oposición.
El partido que se anunciaba como oposición hace cogobierno y todo para un fin de cooptación, pero lo grave es que buena parte de las bancadas se suman en cada coyuntura para aprobar abusos y pendejadas.
Las instituciones del poder están cooptadas. No hay organismo que se escape, el foco de contaminación sigue y nadie hace nada para combatirlo. La ciudadanía es muda, nos hemos acomodado a la cultura de violencia y corrupción y aparte de ser una cobardía, es un suicidio.
La fuente es el sistema actual de partidos políticos y de ciertas “instituciones estratégicas” como lo son el gobierno de la Universidad de San Carlos, de algunos colegios profesionales y universidades privadas y, por supuesto, hasta algunas “fuertes instituciones bancarias nacionales”.
Si las cifras oficiales de lo que en droga y corrupción se trasiega en el país fueran más o menos reales, una buena cantidad de bancos tiene que estar metido en el lavado de capitales sin que las autoridades muevan un dedo.
Erradicar los procesos de cooptación solo se podrá si hay indignación ciudadana frente a la corrupción, el tráfico de influencias y la extorsión desde el ejercicio de la función pública, porque nuestra obligación es denunciar a quienes deberían defender la república y la democracia.
Los procesos de fachada nos fascinan y así vamos a elecciones con la legitimidad, de quien salga electo, por los suelos, jugando con el futuro de nuestros niños y cargando la pistola con la bala que nos dará en la sien.
Publicado el 25 de marzo de 2015 en www.prensalibre.com por Alejandro Balsells Conde http://www.prensalibre.com/opinion/la-cooptacion
No Responses