El voto nulo no es la solución

La clase política tiene sed oceánica de riquezas.
El desencanto de la ciudadanía con el resultado de la “apertura democrática” que se inició en 1985, gracias a que los políticos hicieron de los partidos empresas lucrativas y no vehículos equipados con idearios y proyectos destinados a la consecución del bien común, está dando pie a que muchos frustrados ciudadanos estén considerando hacer valer su hartazgo y decepción a través de la adopción de distintas actitudes negativas en los próximos comicios como la deserción de las urnas electorales (abstencionismo) o la anulación del voto. Es más, ha trascendido que, incluso, algunos ciudadanos que han participado en la organización de las elecciones, como integrantes de juntas o mesas electorales, están renuentes a prestar esta vez su colaboración cívica.


La codicia, que es el apetito voraz, desordenado e insaciable de riquezas, incluso estrambóticas (extravagantes, caprichosas y ridículas), de la clase política y sus financistas, una verdadera “sed oceánica”, se ha materializado en una cleptocracia, que es el aprovechamiento y enriquecimiento ilícito sistemático, excesivo y desmedido, que ha convertido al sector público en una fuente inagotable de negocios, privilegios y abundancia de bienes dinerarios y no dinerarios, en menoscabo, por supuesto, de los órganos e instituciones estatales que deben prestar los servicios públicos esenciales (justicia, seguridad, salud, educación, transporte, nutrición, infraestructura física) con eficiencia y eficacia.

La mala fe, el abuso, la ilegalidad y la desfachatez en el ejercicio del poder político han dado pábulo a la explosión de la denominada “clase económica emergente”, tenedora de inconmensurables riquezas mal habidas, que contrastan con la lacerante pobreza del 70 por ciento de la población y suponen una burla cruel y sádica para los tributarios, que pagan impuestos para que sean dispuestos, a su sabor y antojo, por los usufructuarios de la cosa pública. Nada detiene a los politiqueros y sus patrocinadores, porque están protegidos detrás del escudo fraudulento de la impunidad, que les asegura la politización de la justicia, el antejuicio, la compra de voluntades y la amnesia proverbial de nuestra sociedad.

Empero, sostengo que el repudio a los pecados de la política no debe hacerse valer a través de no votar o votar nulo, porque aunque voten pocos y haya mucha deserción o votos nulos, siempre resultan electos los que obtienen más votos válidos. En 2005, la oposición política en Venezuela decidió no participar en las elecciones legislativas en protesta contra el sistema electoral; si bien el abstencionismo fue del 75 por ciento y los votos nulos 6 por ciento, el chavismo, con base en los votos válidos, se apoderó de todas las diputaciones.

Por tanto, abstenerse o anular el voto no es la solución. Hay que votar y también participar. En mi opinión, la ciudadanía debe organizarse y apuntalar el pluralismo y las candidaturas independientes, así como procurar no elegir a los mismos. Después debe presionarse a los electos por el apego a la ley y el cambio.

Publicado el 16 de marzo de 2015 en www.elperiodico.com.gt por Mario Fuentes Destarac
http://www.elperiodico.com.gt/es/20150316/opinion/9953/El-voto-nulo-no-es-la-soluci%C3%B3n.htm

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