Elecciones amargas

Formar a la juventud es básico para no repetir los errores del pasado.
Este año elegimos Presidente, Vice-presidente, diputados y alcaldes sin tener respuestas adecuadas a los problemas seculares del país, agudizados por la corrupción, la violencia y la polarización social prevaleciente por falta de acuerdos básicos, que permitan evaluar con sensatez la realidad y encontrar en armonía soluciones pragmáticas. Esa dificultad contribuye a postergar la oportunidad de enfocar en su justa dimensión la crisis estructural añeja que nos agobia y tratar de superarla con el diálogo como instrumento de renovación social, estableciendo metas superiores, definidas y permanentes que de manera integral permitan construir la ruta del bienestar y la paz. Independiente de que la coyuntura actual sea o no propicia para consolidar un movimiento político nuevo, sí lo es para reflexionar y tratar de iniciarlo en virtud de que el resultado de las elecciones no altera el deterioro progresivo del sistema, más bien resalta la necesidad y urgencia de dar prioridad a su valoración y buscar una salida a la crisis invisible y visible que evadimos enfrentar.


El proceso democrático paulatinamente ha caído en decadencia prevaleciendo la valoración cuantitativa en forma deliberada, relegando la cualitativa a un segundo plano sin reparar en que es la base de la transformación social. La estructura de los poderes paralelos del Estado sigue intacta y sin ser electos mandan, mediatizando a los políticos y no es raro que les hagan los mandados. Las interrogantes son: ¿Sirven las elecciones con dirigentes subordinados a una elite? ¿Con esa conducta tienen legitimidad los funcionarios electos? ¿Qué se gana con cambios cosméticos? ¿Quién desmantela esos grupos? ¿Es una farsa la democracia formal? ¿Se rebelará la juventud? ¿Somos rehenes de un sistema perverso? La respuesta del pueblo confundido y sumido en la pobreza es el silencio, la indiferencia, justificada por la fragilidad de la vida en esas condiciones. Y sin alternativa se resigna a que por arte de magia surja un líder honrado, capaz, con los faroles bien puestos para gobernar sin ser marioneta de los dueños de la pelota y forjar su destino con dignidad.

Guatemala necesita un cambio audaz, innovador, integrando a los marginados a una sociedad justa y solidaria. Lograrlo no es fácil, requiere unir esfuerzos y hacer reformas indispensables que consoliden una democracia real, económica, política y social exigiendo a los gobernantes honradez, capacidad, dignidad. Y si no cumplen su compromiso, revocarles el mandato. No debemos ni podemos ser indiferentes ante la injusticia, el abuso y el cinismo que prevalece, ni avalar con el voto a una dirigencia inepta y corrupta rebasada por la dinámica social. Edificar una sociedad diferente es posible y el mecanismo idóneo es el diálogo, siempre que no lo contaminen los extremistas ni los corruptos, cuya misión es destruir, no construir acuerdos sociales. Formar a la juventud es básico para no repetir los errores del pasado y confiar en su capacidad, respetando su visión de la vida. Después de todo es dueña del futuro o lo inventa aliada con la tecnología, del suelo no lo recogerá como los abuelos, que tuvieron la virtud de convertir sus limitaciones en abundancia.

Publicado el 03 de marzo de 2015 en www.elperiodico.com.gt por Amílcar Álvarez
http://www.elperiodico.com.gt/es/20150303/opinion/9354/Elecciones-amargas.htm

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