Con el enemigo en el autobús

Los valores se han perdido porque ya no existen familias integradas.
A ciencia cierta no se sabe qué es menos dañino si la satanización del servicio de transporte urbano o la satanización de la justicia en Guatemala. En un autobús viajamos a bordo con el enemigo que de un momento a otro pide nuestras pertenencias o dispara contra el piloto. En los tribunales los fallos no se ajustan a la realidad y ahora una juez y un magistrado están en el ojo del huracán señalados uno de lavado de dinero y el otro de tráfico de influencias, en los dos casos estamos con incertidumbres, con temores, sin la confianza que nos permita vivir con tranquilidad, y aún hay más con la escalada de los precios de la carne, de los artículos de primera necesidad.

La queja diaria es “ya no podemos vivir así”, pero la pregunta es ¿qué hemos hecho por este país que antaño era un paraíso? Los valores se han perdido porque ya no existen familias integradas, la ambición ha llegado a los extremos que ahora hasta nombre tiene: extorsión, secuestro, enriquecimiento ilícito, acoso, corrupción, tráfico de influencias, lavado de dinero. Podemos notar esa ausencia de los principios en los jóvenes que ahora no ceden el paso a los ancianos, su vocabulario soez retrata de cuerpo entero de qué familia vienen y cuál ha sido el trato diario que reciben de sus padres.

Ah, porque ya no hay enseñanza ni en la casa ni en la escuela. No hay corrección, no hay buenos días, no hay un ya vengo. Si hay una sobremesa, cuando hay reunión familiar en torno a una mesa, solamente chabacanerías se escuchan. No se habla nada edificante. No se tienen principios, ni ética ni moral. Hay excelentes profesionales, pero la universidad no educa, todo porque en casa no hubo una autoridad que hiciera valer la vida que se lleva y no hubo consejos, una reprensión. La columna vertebral está fracturada, por eso hay hijos en la calle que los delincuentes que tienen una cadena de asesinatos siguen vivos y no entre rejas los aprovechan, para mandarlos a matar, robar, destruir. Qué diéramos porque los padres lo hicieran de la misma manera que lo hizo el sabio Salomón: “Hijo mío, atiende mis consejos; escucha atentamente lo que digo. No pierdas de vista mis palabras; guárdalas muy dentro de tu corazón. Ellas dan vida a quienes las hallan; son la salud del cuerpo. Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida. Aleja de tu boca la perversidad.

Publicado el 26 de febrero de 2015 en www.elperiodico.com por Jorge H. López
http://www.elperiodico.com.gt/es/20150226/opinion/9114/Con-el-enemigo-en-el-autob%C3%BAs.htm

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