ALFRED KALTSCHMITT
La corrupción es la madre de todas las causas y contra ella no hay antídoto ideológico alguno, sino un largo padecimiento de cáncer terminal estatal hasta que el día llegue tarde y la noche se apague. Hacia allá se dirige esta tierra de volcanes activos, prestos a eructar conflictos en cualquier momento.
Los “sindicacos” tienen su proyección propia clientelar y autobeneficiosa. Son rentistas, buscando la dádiva atractiva, la huelga mañosa, la consigna tramposa. Solo en el 2014 se gastaron en viáticos la suma de Q55.9 millones, y la cuenta corre este año.
Si hay alguna explicación aceptable contra este desaforado apetito por la haraganería tan provechosa y rentable a costa del erario público, que sea revelada porque sería panacea.
Solo los oráculos de Zeus podrían justificar que en el Ministerio de Salud trabajen dos mil 56 empleados que se “dedican exclusivamente a las funciones sindicales” (El Periódico 23/02/15. P. 8).
El Pacto Colectivo negociado por el anterior ministro de Salud establece que el Ministerio se compromete a pagar el 10 por ciento de los servicios legales de quien negoció los acuerdos de ese pacto, el cual es de aproximadamente Q200 millones. De esa cuenta se le pagaron Q20 millones al “abogado”, Q6 millones aportados por los “trabajadores” y Q14 millones por el Ministerio.
En un ministerio bajo cuya tutela se encuentra la salud y el bienestar de los guatemaltecos más necesitados, esos casi Q60 millones lloran sangre. Las historias de horror y dolor de las decenas (si es que no cientos) de muertes causadas por la falta de medicamentos y atención médica es invisible a la tinta o a la pieza audiovisual de un reportaje. Solo se registra dentro del círculo íntimo de una familia atormentada por la congoja y la tristeza cuando esperaron un turno que no llegó porque alguien “vendió” la cama a otra familia que no dudó en pagar el chantaje de los Q2 mil o más quetzales.
De fuentes fidedignas, doy parte ante la opinión pública que en el Hospital San Juan de Dios y el Hospital Roosevelt, y en hospitales del interior, “venden” el turno de las camas de los pacientes esperando en fila. No todos, no todo el tiempo. Pero pasa.
Se le pide al actual ministro —en mi opinión, un funcionario que ha demostrado tener muchas agallas para enfrentarse a ese Leviatán— que investigue abriendo una caja de quejas, con candados de triple llave, para recibir las denuncias del público. Se enterará de situaciones inauditas.
El sistema de Salud Pública está en trapos de cucaracha, pero no porque los recursos no alcancen, sino porque el robo y el despilfarro forman parte de una filigrana cultural tejida con los más asquerosos hilos de corrupción desde hace décadas. Hábitos formadores de conducta; conducta formadora de cultura; cultura convertida en política institucional subterránea, en cuyas aguas nadan peces chiquitos, medianos, grandes y grandotes… No hay proceso alguno sin contaminación: licitaciones, compras, bodegas, puestos, salarios, horas extras, viáticos. El todo de un caos total en plena expansión como una metástasis mortal.
El día que en este país podamos liberarnos de esas tiranías laborales como la infame “ley de emplazamiento” que impide despedir a los ineptos, ladrones y haraganes. El día que los sindicatos no estén manejados por los “sindicacos”. El día que el pobre y el desamparado pueda recibir una atención de salud eficiente y digna repicarán campanas históricas.
Hay que derrotar al Leviatán. Un sistema inmundo que no podrá morir, sino por la espada de la privatización de los servicios públicos. Por el out sourcing, al mejor postor con los estándares de monitoreo más altos. Por la eliminación de los emplazamientos, y por la renovación de los empleaduchos chupasangre por una burocracia profesional, protegida por un sistema de meritocracia ejemplar.
¡Ahhh!, ese día…
Publicado el 24 de febrero de 2015 en www.prensalibre.com http://www.prensalibre.com/opinion/De_mis_notas-Alfred_Kaltschmitt-opinion-sindicacos-servicios_publicos_0_1309069276.html
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