Siempre que se acerca la Navidad, se ponen de moda los discursos dulzones. Paz en la Tierra, amor universal, son algunos de los tópicos manidos. Desafortunadamente, se trata más de eslóganes publicitarios cuyo propósito es llevar a la gente de compras bajo el hechizo de una atmósfera que justifica el gasto, el exceso, el consumo.
Pero estas manipulaciones de los mercaderes no tienen necesariamente que afectarnos. Podemos retomar el espíritu de la Navidad como una ocasión real para acercarnos al profundo fenómeno del amor, con todas sus aristas.
Pensemos, por ejemplo, en el profundo amor de Claudia Escobar a su profesión de jueza que le permitió renunciar a una magistratura en defensa de un ideal. O en el amor que le tiene un oscuro maestro rural a sus alumnos y que lo lleva a batallar en contra de la inercia de un sistema educativo obtuso. O el amor de Andrea Ixchiú a su comunidad en Totonicapán que la lleva a tomar la pesada carga del liderazgo social en un país que castiga las iniciativas que desafían al sistema. Estamos llenos de ejemplos de amor.
¿De quién es la responsabilidad de cambiar las circunstancias en que vivimos? Siempre estamos pensando que hay alguien encargado de resolver nuestros asuntos. Alguien a quien culpar, pero nos vemos poco a nosotros mismos. Cada vez que optamos por el desamor, por el egoísmo, por escoger la comodidad o el beneficio propio por sobre los altos ideales humanos, estamos sirviendo a la multiplicación de la fea realidad que nos agobia.
Navidad podría ser un momento interesante para preguntarnos qué es lo que amamos, a qué le dedicamos nuestra energía y nuestros esfuerzos, y, sobre todo, si sabemos honrar el amor que es la energía más poderosa. Quizá nos encontremos, cara a cara, con una de las más dolorosas verdades: nos ocupamos con más dedicación y mucho más tiempo en las tareas del desamor: la crítica, la destrucción, el enojo, la ira, la envidia, la ambición, la descarnada batalla por el poder, la manipulación, el odio racial, la segmentación, el miedo.
Ciertamente el mundo está en una profunda época de cambios. Cada vez más gente se pronuncia a favor de lo humano (99 por ciento de la humanidad está indignada en contra del poder económico y político), o de lo ecológico (estamos perdiendo la batalla por nuestra sobrevivencia como especie). Las soluciones no vendrán desde arriba. No será Dios, ni los gobiernos, o las grandes corporaciones quienes vendrán a salvarnos. Cada uno de nosotros debe rescatar su propia humanidad, su capacidad para amar, su voluntad para transformar su amor en poder de acción. De la infinita multiplicación de acciones personales de amor vendrá la transformación. Y no, no es imposible. De hecho, es lo único que realmente está en nuestras manos.
Publicado el 19 de diciembre de 2014 en www.elperiodico.com.gt por CAROL ZARDETTO http://www.elperiodico.com.gt/es/20141219/opinion/6404/Tan-cerca-de-Navidad.htm
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