Un buen ciudadano, un buen hombre

Nadie puede llamarse buen hombre si antes no es un buen ciudadano.
Esta semana murió el padre del estimado amigo Eduardo Mayora, persona que fue reconocida como un buen ciudadano y un buen hombre. Su hijo escribió: “No refiero aquí las hazañas de un héroe ni el carisma de un gran líder social o político, sino tan solo bosquejo el perfil de un buen ciudadano. Sus hijos, sus nietos, toda su familia y sus amigos sabemos, además, que fue un hombre que supo amar”. Esto basta para cumplir con la misión que cada individuo recibimos al nacer. 

Ser un buen ciudadano y un buen hombre no es resultado del azar ni de las circunstancias, es tarea del esfuerzo de toda una vida. Y es que los hombres y las mujeres somos antes que nada personas que nacemos, vivimos y morimos dentro de la “polis”, la ciudad y/o el Estado. En palabras del filósofo romano Boecio somos “sustancias individuales de naturaleza racional” y más aún, el griego Aristóteles define al hombre como el “animal político”, es decir, un animal cuya esencia es existir en la comunidad política, en la ciudad. Así, ser un buen ciudadano es la condición necesaria para ser un buen hombre. Nadie puede llamarse buen hombre si antes no es un buen ciudadano.

Un buen ciudadano es aquel que “colabora con los demás, cumple las normas justas y es pacífico. Además, es responsable, honrado, justo y solidario”. Podemos agregar como otras importantes virtudes la tolerancia y la buena educación personal y cívica. Un buen ciudadano además tiene deberes y obligaciones ineludibles que cumplir. Estos deberes son análogos a los que tiene un buen padre de familia, el “paterfamilias” romano clásico. El padre de familia tiene la obligación de sostener económicamente a su familia y defenderla en caso necesario. El ciudadano por su parte debe contribuir a sostener a su comunidad política mediante el pago de contribuciones e impuestos y en su oportunidad prestar el servicio de las armas para defenderla.

Otras obligaciones no menos importantes del buen ciudadano es participar en los asuntos políticos de su comunidad así como también colaborar en el mejoramiento integral de la vida de sus conciudadanos. Para ser un buen ciudadano, cada quien de acuerdo a sus capacidades, debe contribuir al bienestar de la comunidad.

Guiuseppe Tomasi di Lampedusa en su novela El gatopardo nos hace ver que cuando los hombres “buenos” y con principios no quieren participar en la “cosa pública,” son los “malos” y los “oportunistas” quienes se apoderan del gobierno de las comunidades con atroces resultados para todos. Y son los “buenos con sus principios inmaculados” quienes al final son los verdaderos responsables de las desgracias de sus sociedades. Estos de ninguna manera pueden ser considerados “hombres buenos” al ser remisos y no cumplir con sus obligaciones ciudadanas.

Guatemala requiere de buenos ciudadanos y no solo de “hombres buenos” que no quieren mancharse en el “sucio trabajo” de gobernar a sus comunidades. El verdadero hombre bueno es antes que nada un buen ciudadano. Aquel que sostiene, defiende y participa activamente en los asuntos de su ciudad y Estado. Hoy quiero honrar la memoria de don Eduardo y felicitar a todos los buenos ciudadanos de este país.

Publicado el 13 de diciembre de 2014 en www.elperiodico.com.gt por Roberto Blum
http://www.elperiodico.com.gt/es/20141213/opinion/6151/Un-buen-ciudadano–un-buen-hombre.htm 

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