Solo en el continente americano, las muertes causadas por la ingesta de alcohol pueden pasar de las 80 mil al año, según estimaciones de la Organización Panamericana de la Salud y de la Organización Mundial de la Salud, que basan sus estadísticas en estudios efectuados en 16 países, y ello por no mencionar los males relacionados con el alcoholismo: afecciones cardiacas, cerebrovasculares, hepáticas e incluso neurológicas.
Otra de las consecuencias es la violencia asociada a las personas alcoholizadas, pues entre otros efectos están la agresividad, la pérdida del juicio moral y una despersonalización que a menudo conduce a violencia intrafamiliar, reyertas callejeras e incluso peleas con las mismas personas con quienes se comparten celebraciones. La cauda de estos sucesos suele golpear a la población joven, en edad productiva, que en no pocos casos mueren o bien quedan con graves secuelas físicas, psicológicas e incluso legales.
La frialdad de las cifras del informe de la OPS y la OMS impacta, sobre todo si se toma en cuenta que después de El Salvador, que tiene un promedio anual de muertes a causa del alcoholismo de 27.1 por cada cien habitantes, aparece Guatemala en segunda posición, con un promedio anual de 22.3, tendencia que siguen muy de cerca Nicaragua y México. Colombia, Argentina, Venezuela, Ecuador y Costa Rica apenas llegan a un 6 por ciento.
Por otra parte, visto el alcoholismo como una enfermedad, cabe señalar los impactos no cuantificables que representa: niños con traumas psicológicos, a causa de golpes y maltrato o simplemente por presenciar agresiones contra alguno de los padres; familias que se desintegran debido a la imposibilidad de convivir, procesos de depresión, bipolaridad o deterioro cognitivo causado por el exceso etílico y, no menos importantes, las historias truncadas de terceros, que resultan víctimas de la irresponsabilidad.
Como ejemplo de las consecuencias humanas, basta recordar que el 22 de abril de este año falleció Jorge García Murga, mago, comediante y benefactor de la niñez, luego de haber pasado 46 días en agonía, debido a las graves lesiones y fracturas que sufrió al ser atropellado y arrastrado varias cuadras por un automotor que conducía una joven de 23 años en estado de ebriedad y que intentó fugarse del lugar, un caso que todavía está en los tribunales.
La familia perdió a un padre y abuelo ejemplar y la sociedad, a un hombre altruista, pero lo más triste es que hay más historias parecidas, en las cuales la indolencia, la inmadurez y la irresponsabilidad siembran luto y dolor.
Publicado el 14 de diciembre de 2014 en www.prensalibre.com por Editorial Prensa Libre http://www.prensalibre.com/opinion/Luto_y_dolor_por_irresponsabilidad-Editorial_0_1265873550.html
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