Tecnología actual y obligación ciudadana

Mucho se ha hablado, con toda razón, de los fundamentales cambios ocurridos en el mundo y en los ciudadanos de hoy como consecuencia de los increíbles y constantes avances en la tecnología de la información. Las modificaciones provocadas por esta realidad han alcanzado a los dos principales partícipes del hecho político y por tanto de la historia, es decir quienes son protagonistas a causa de su participación directa en partidos, elecciones, etcétera, y quienes son el sujeto complementario de los hechos políticos: los ciudadanos.

Mucho se ha escrito sobre las diferencias que deben surgir o afianzarse en las actividades políticas en general. La tecnología permite el conocimiento —muchas veces inmediato, instantáneo— de qué hacen o dicen los políticos. Ya es muy difícil para ellos esconder acciones ilegales o vergonzosas. Flagelos como el de la corrupción son conocidos por la ciudadanía, y en un abrumador porcentaje de casos se conocen detalles, se hacen públicas fotografías o videos. Los corruptos pueden continuar su despojo y pillaje directo o indirecto de las arcas públicas, pero ya se les dificulta hacerlo de manera oculta, sobre todo por la labor de los medios profesionales de información, pero también de los ciudadanos.

Sin embargo, no se ha escrito suficiente sobre la obligación que deben tener los ciudadanos para encarar las acciones ilegales e inmorales de los políticos corruptos y de los grupos fácticos de poder, muchas veces vergonzosos en una colusión tácita en contra del país y de su población, cuyos integrantes sufren los efectos de los contubernios realizados ya sea dentro o  fuera de los poderes del Estado.

La información que llega a los diversos estratos poblacionales se convierte en una herramienta peligrosa en el sentido de que obliga a actuar, a defender a la sociedad en general y en particular a cada uno de sus sectores e integrantes. Es correcto calificar a la cobardía como un peor mal que la propia maldad, en este caso la corrupción. Y si por cualquier razón, justificada o no, los ciudadanos no hacen nada, se convierten en cómplices.

Abstenerse de actuar es ayudar a los corruptos a incrementar sus fechorías. Ver hacia otro lado cuando se presentan las pruebas de malas acciones dentro de un gobierno constituye sin lugar a dudas la peor reacción, porque tiene el agravante de ser la más fácil.

Los postulados de una democracia como sistema de gobierno incluyen, por supuesto, el manejo limpio de los dineros y la defensa de los intereses de la colectividad. Un garante de que ello ocurra es la actividad del periodismo independiente, el que a pesar de sus posibles errores y de que no necesariamente puede estar libre de ilegalidades, constituye la única forma real de ser el portavoz de la conciencia nacional, pero también el altavoz de quienes luchan por lograr la corrección y la ilegalidad. Si esa tarea se cumple, pero no provoca reacciones generales de los ciudadanos, la culpa recae en estos últimos. Es entonces cuando adquiere lógica el viejo refrán según el cual los países y sus ciudadanos tienen el gobierno que merecen.

Publicado el 15 de diciembre de 2014 en www.prensalibre.com por Editorial Prensa Libre
http://www.prensalibre.com/opinion/Tecnologia_actual_y_obligacion_ciudadana-Editorial_0_1266473453.html

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