¿Felices? ¿Fiestas?

¡No basta!
En repetidas ocasiones y espacios se ha tratado el tema de la desenfrenada violencia, una que pareciera no encontrar sosiego. Mucho se ha insistido en que, en esta volcánica tierra, tal yugo se ha convertido en una epidemia digna de ser tratada integralmente. Es ya un tema de salud pública, que se suma a los muchos en la lista de espera a que el Ministerio de Salud tome cartas en el asunto. Poca respuesta obtiene una población que sufre insistentemente los vejámenes perversos de esta incontrolable enfermedad. Con el mayor de los agravantes, golpea enfáticamente a la población más vulnerable: la niñez. 
 

Diciembre enraíza su riqueza simbólica en la esperanza que históricamente ha despertado la niñez para las sociedades del mundo. Cada vida nacida es una apuesta de la vida por la vida. Es posibilidad pura, un ciclo de oportunidades, un cúmulo de porvenires. Algo familiar para cada lector, ya que todos fuimos niños y crecimos amparados por una red de instituciones que facilitaron nuestra supervivencia. Hecho que apela a nuestro compromiso ciudadano, incardinado a luchar por un Estado que garantice los derechos de quienes no pueden protegerse por sí mismos.

Suenan bellas las campanas y los coros navideños en las plazas de compra. Pero este año muchos casos emblemáticos han nutrido las noticias con desesperanza. “Sucesos”, “estadísticas”, “casos” que no han logrado poner en alerta al Estado, realmente desinteresado por amparar lo más valioso que tenemos. Quizá el más sonado fue el de los miles de menores guatemaltecos sumidos en el “éxodo infantil”, que generó alerta mundial. O el de la muerte terrorífica de cuatro niños que ingirieron sopas recolectadas entre los desechos del basurero. Tristemente, hemos hecho oídos sordos al rosario de tragedias que diariamente nos increpan, a todo pulmón: menores alcanzados por balas perdidas; niños apedreados por sus propios compañeros; el incremento de niñas embarazadas, producto de sistemáticas violaciones; la revelación del sicariato en el mundo infantil; la desnutrición aguda y crónica entre la mitad de los menores de cinco años, como muestra de la violencia social más perversa; la agudización del trabajo infantil; la persistente trata de menores.

Un escenario que se condensa en la imagen de una niña de 14 años, prendida en llamas producto de un linchamiento (según sus verdugos, había atentado contra un piloto). ¿Qué hacer ante este escenario? Perdón, pero no basta con regalar un juguete usado.

Publicado el 10 de diciembre de 2014 en www.elperiodico.com.gt por Anabella Giracca 
http://www.elperiodico.com.gt/es/20141210/opinion/6012/%C2%BFFelices-%C2%BFFiestas.htm

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