Duele este país

La muerte de cuatro niños pequeños por haber ingerido una sopa que una madre consiguió en el basurero, no debería ser una noticia más de las muchas que leemos o escuchamos. Sería inadmisible que transcurridas unas semanas nos olvidemos de lo que pasó, hasta que una nueva desventura nos recuerde las condiciones de miseria en las que viven la mayoría de familias chapinas, que es la causa fundamental de esta tragedia y de tantas otras. La discusión no es si la sopa que tomaron estaba vencida o no, o si los envases sufrieron alteraciones por la presencia de gases en el vertedero, el tema de fondo es que haya gente en este país que se vea obligada a buscar entre los desechos de la basura cualquier cosa que le sirva para matar el hambre propia y la de sus hijos. Eso es lo inaudito.
 

Nadie, que tenga la posibilidad de llevar algo de comer a la mesa, se arriesgaría a ir a un basurero en busca de alimentos.

En  un país como el nuestro, que tiene la capacidad de producir comida para todos sus habitantes, no debería haber desnutrición crónica, tampoco personas que hagan solo un tiempo de comida o que tengan que revisar la basura para comer. Esa es una afrenta permanente, producto de una desmedida desigualdad y de la concentración de la riqueza, que tiene a unos pocos en la opulencia y a las grandes mayorías en la más terrible de las pobrezas, sin oportunidades reales para salir de esa condición.

Pueden decir lo que quieran, que esto es un discurso trasnochado, que cualquiera puede generar riqueza si se lo propone, que los pobres lo son porque son haraganes o que si se reparte la tierra de forma equitativa a cada quien le tocaría una maceta y no podría producir. Que los únicos derechos que valen son la vida, la propiedad privada y la libertad, aunque esta última solo sea libertad para morirse de hambre.

La fórmula que nos vendieron desde siempre y que siguen repitiendo como la panacea fracasó y por ningún lado se vio el dichoso derrame que se produciría a partir de la generación de riqueza de las familias adineradas. Somos un país que reproduce a lo interno la escandalosa realidad mundial descrita en el informe de la organización Oxfam sobre desigualdad, que establece que las 85 personas más ricas del mundo poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad.

Publicado el 09 de diciembre de 2014 en www.prensalibre.com por Marielos Monzón

http://www.prensalibre.com/opinion/Duele-este-pais_0_1262873957.html

Pero no solamente lastima la opulencia con la que viven algunos en este país y su negativa permanente a pagar impuestos para coadyuvar a que otros tengan acceso a derechos elementales como vestido, vivienda o comida. También es una bofetada en el rostro la corrupción de los gobernantes de turno y el enriquecimiento ilícito a costillas de la enfermedad y el hambre de la gente.

No pueden venir mejor las palabras del presidente José Pepe Mujica, en una reciente charla en Guadalajara: “No se puede estar en política por la plata que me pagan, ni me deben de condenar al hambre, porque entonces no puedo hacer nada. Pero tampoco necesito mucho más dinero del que necesita el común de mi pueblo para vivir”. Y sobre los empresarios: “Al que le gusta mucho la plata que se meta en el comercio, en la industria, y está bien, aplauso. Y si gana mucho, le tenemos que cobrar muchos impuestos (…)”

Categories:

No Responses

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


The reCAPTCHA verification period has expired. Please reload the page.