En otras palabras, los contribuyentes tienen derecho a saber cómo y para qué se gasta el dinero, y a tener claridad en la corrección del gasto. Es decir, es una exigencia ética que tiene relación con la escuela filosófica que se fija en las consecuencias de los actos. Por su parte, quienes se encuentran al mando de un país insisten en que los impuestos deben ser pagados, y tácitamente consideran que su destino no tiene importancia.
Es sintomático que los políticos apelen a la primera forma de pensamiento y luego la cambien cuando llegan al poder. Fuera del Gobierno se oponen a los impuestos, y dentro del ejercicio del poder, los califican de innecesarios o de contraproducentes, y después los apoyan y critican a quienes ponen cortapisas para pagar más, acusándolos de avorazados.
Por su parte, los contribuyentes individuales ven en el aumento de impuestos una disminución a su nivel de vida. Históricamente, estos incrementos han ocasionado revueltas muy importantes. Por ejemplo, el inicio de la revolución de las colonias americanas de Inglaterra, o la misma Revolución Francesa, que ocurrieron hace poco más de dos siglos. Su elemento común fue el conocimiento o percepción de la fastuosidad de la vida de los monarcas de la época.
En la actualidad y sobre todo a causa de los avances tecnológicos, el ciudadano está informado de una buena parte del empleo del dinero y del estatus de vida de quienes gobiernan, sobre todo cuando se les observan transformaciones que solo se pueden explicar como resultado de corrupción y de impunidad. Esto es un fenómeno que aumenta en proporción directa con el desarrollo de las naciones.
No puede dejar de señalarse que el sector privado tampoco escapa al escrutinio popular ni que existe conciencia de que los incrementos a los impuestos se reflejan en la competitividad de un país, y que al aumentar los precios de los productos se puede producir el cierre de unidades de empleo o la disminución de la fuerza laboral, que muchas veces influye en el aumento de la delincuencia.
Quienes ejercen el Gobierno deben entender que esa percepción, tan correspondiente con la realidad, de que el dinero proveniente de los tributos solo servirá para aumentar fortunas mal habidas, es la causa principal no solo de rechazarlos, sino de evitar pagarlos lo más posible. Los altos impuestos propician su evasión, de la misma manera como los presupuestos nacionales aprobados apresurada y vergonzosamente solo derrumban la poca credibilidad en el Congreso.
Publicado el 08 de diciembre de 2014 en www.prensalibre.com por Editorial Prensa Libre http://www.prensalibre.com/opinion/Etica-en-el-destino-de-los-impuestos_0_1262873701.html
No Responses