El proceso corrosivo de la cleptocracia

Desde hace varias semanas, el protagonista principal en los medios de comunicación ha sido la cleptocracia. Actos como la corrupción, el tráfico de influencias, incumplimiento de deberes y abuso de autoridad han predominado en las noticias. La gran pregunta es, ¿cuánto tiempo más vamos a esperar antes de activarnos como ciudadanía para ponerle un alto a esta situación?

A finales del mes pasado, el presidente Otto Pérez Molina anunció la destitución de dos miembros muy importantes de su cartera. Por un lado, el ex ministro de Salud, Jorge Villavicencio y, por el otro, el interventor de la Dirección General de Migración, Vicente Roca. Tanto Villavicencio como Roca fueron destituidos de su cargo por supuestas anomalías en el manejo de recursos públicos y distintos actos de corrupción.

Sin embargo, la situación es más complicada que dos destituciones. El último informe de la Contraloría General de Cuentas, órgano rector del control gubernamental y encargado de fiscalizar los egresos e ingresos del Estado, enumera un sinfín de denuncias sobre mal manejo de recursos públicos. El informe subraya anomalías en los ministerios de Salud y de Cultura y Deportes, y en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social. Según el documento, las tres entidades acumulan 58 observaciones por el manejo cuestionable de Q319 millones. Además, en lo que va del año, se han presentado al Ministerio Público 144 denuncias penales contra entidades públicas por mal manejo de fondos.

Este tipo de situaciones no son novedad alguna. Guatemala es uno de los países más corruptos de la región. Nuestra nación ocupa el puesto 123 de 177 en el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional del 2013. Lamentablemente, la cleptocracia –etimológicamente definida como “el dominio de los ladrones”–, ha estado presente en las distintas administraciones que nos han gobernado a lo largo de los años, envenenando paulatina pero decididamente todo el sistema. Recordemos que un país donde la ley y el orden no impera, no prospera porque las reglas del juego se interpretan en forma flexible para favorecer a quien más pague. Un gobierno permeado por la cleptocracia, no vela por los intereses de la ciudadanía, sino que lo dirigen funcionarios que buscan el enriquecimiento personal. De esta manera se aprovechan de su puesto y abusan de su autoridad para asignar obras a sus propias empresas, sobrevalorar medicinas, etcétera. La corrupción no es un crimen sin víctimas. Las víctimas son muy reales, y somos todos nosotros.

Aunque es meritorio que se expulse a funcionarios corruptos, realmente debemos exigir el funcionamiento del sistema de justicia hacia la condena de aquellos que han violado la ley. Queda pendiente que se lleve a cabo el debido proceso para llenar cualquier vacío que la investigación presente.

Parte de los derechos humanos universales de toda persona es la presunción de inocencia, esta establece que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. En el caso de nuestro país debemos pasar de la simple retórica acusatoria, sea desde funcionarios o de los mismos medios de comunicación, a sentencias firmes y bien fundamentadas. Debemos despertar como ciudadanía y darnos cuenta que podemos acompañar estos procesos, ya sea en la auditoría social de la fiscalía anticorrupción o generando observatorios sobre los fallos de las cortes respecto a este tema. Como guatemaltecos, no podemos seguir viendo a la cleptocracia como algo cotidiano. Este es un tema que afecta aspectos como la calidad de las asignaciones presupuestarias, la seguridad ciudadana, la atracción de turismo e inversión extranjera y acceso a cosas tan importantes y vitales como las medicinas. No podemos permitir que la cleptocracia robe nuestro futuro.

Más que un callejón sin salida, esta problemática es una oportunidad para unirnos como ciudadanía. El abordaje institucional de la corrupción y la veeduría de la erradicación de este flagelo, nos debe de aglutinar como temática. Quiero aprovechar este espacio para invitarnos a que juntos, organizaciones de sociedad civil y todos la ciudadanos, nos unamos alrededor de este esfuerzo. Este no es un tema de clases, ideologías o sectores, es un tema de corrosión institucional y de viabilidad como país. Basta ya de ser espectadores pasivos de cómo se hunde este barco. Debemos exigirle a nuestro sistema de justicia que genere consecuencias para quienes se sirven vorazmente de la confianza y del poder con que han sido embestidos. Solo así lograremos terminar con este ciclo vicioso que de tanto nos priva. Les pregunto de nuevo entonces, ¿cuánto tiempo más vamos a esperar para actuar? www.salvadorpaiz.com @salva_paiz

Publicado el 6 de Noviembre del 2014 en www.elperiodico.com.gt por Salvador Paiz
http://elperiodico.com.gt/es/20141106/opinion/4429/El-proceso-corrosivo-de-la-cleptocracia.htm

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