Luego de la firma de La Paz, Naciones Unidas tuvo un programa que se llamó Héroes Anónimos. Reconocía la labor silenciosa de mucha gente que día a día se esmeraba porque la paz significara algo tangible, impulsando acciones que mejoraran las condiciones locales de desarrollo y contribuyeran a reparar el tejido social dañado por el conflicto armado interno. Me encantaba ese programa. Conocer las historias de los postulantes al premio, las circunstancias adversas en las que llevaban a cabo su labor, el tesón y templanza con que impulsaban sus iniciativas era una manera muy humana de mantener conexión con esa realidad cotidiana de nuestro país; esa que no se sintetiza en cifras y que a veces está ausente en las sesudas discusiones que se llevan a cabo en Ciudad de Guatemala.
Amartya Sen, uno de los padres del enfoque de Desarrollo Humano, hablaba de la “capacidad de agencia” del ser humano; esa potestad que tenemos todos de no ser simples maniquís de la historia, sino de construir la misma con nuestro actuar y decisiones cotidianas.
Héroes Anónimos se enfocaba precisamente en esa cualidad: mujeres, hombres, organizaciones que se sobreponen a sus circunstancias; personas que pudiendo optar a una vida más cómoda, deciden caminar por terrenos agrestes, con tal de no ser solo ellos quienes salen adelante. Hace poco, las redes sociales me pusieron en contacto con Juan Pablo Romero Fuentes. Un joven que ha volcado su vocación de maestro en un proyecto para dignificar a la niñez abandonada; esa a la cual el Estado ni siquiera voltea a ver, para la cual nunca hay recursos.
Los Patojos se llama la plataforma que lidera. Provee alimentación, educación, salud y expresión artística a muchos niños y niñas que estarían a merced de la delincuencia organizada, sino fuera por esa iniciativa. Su finalidad última es la que más me gusta: los niños y niñas deben disfrutar su infancia; alejados de la violencia. Formarse para convertirse en ciudadanos con criterio propio. Como sucede frecuentemente, se reconoce más la labor de Juan Pablo fuera de nuestras fronteras, que adentro.
Hoy por hoy tiene la opción de convertirse en un Héroe CNN, una iniciativa de esa cadena internacional de medios de comunicación que se asemeja a ese esfuerzo que impulsó Naciones Unidas hace años en Guatemala. El premio monetario que acompaña al reconocimiento permitirá completar otra fase del proyecto Los Patojos. Es simple apoyar a Juan Pablo: hasta el 16 de noviembre, entre a diario a la página web de CNN y escójalo como su héroe. La competencia es dura, pero si lo logra, muchos patojos saldrán beneficiados. Estamos a pocos días del 25 aniversario de la Convención Internacional de los Derechos de la Niñez. No hay que ser iluminado para saber que el balance para Guatemala arrojará más sombras que luces.
Lo que hace Los Patojos y otras iniciativas similares es realizar la función del fallido Mides y del conjunto de entidades públicas obligadas a proteger los derechos de la niñez que no están cumpliendo su papel. Al respecto, Juan Pablo contesta: “Somos una respuesta desde la juventud a las fallas profundas y salvajes del sistema político mediocre, vulgar y peligroso. Tenemos derecho a vivir digna y pacíficamente. No podemos esperar”. Héroes como Juan Pablo Romero y tantos otros con que cuenta el país deben ser potenciados por un Estado que cumpla su papel. Pero ellos son ciudadanos que le sacan la tarea al Estado. Por mucho que se esmeren, mientras tengamos un clepto-Estado, la niñez jamás será una prioridad.
Publicado el 05 de noviembre de 2014 en www.prensalibre.com por KARIN SLOWING http://www.prensalibre.com/opinion/Unos-heroes-a-todo-dar_0_1243075688.html
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