Así debería ser si se atiende el reciente antecedente de la suspensión de 11 partidos por razones parecidas, castigo que fue levantado quizá en un ánimo de coadyuvar al desarrollo democrático, algo que los políticos parecen valorar poco.
Precisamente esa clase política enquistada desde hace décadas en puestos de relevancia es la que se ha encargado de nombrar a distintas autoridades al frente de instituciones que han visto deteriorada su imagen, como consecuencia de que a aquellos que deben tomar decisiones certeras y firmes cuando se producen claras violaciones a la legislación les tiembla la mano a la hora de sancionar a los irrespetuosos, ya sea por compromisos políticos o infames compadrazgos.
Hasta penoso resulta que funcionarios de alto rango duden entre su prestigio y el quedar bien con ciertos políticos a la hora de aplicar la ley, lo cual solo puede augurar nefastas repercusiones. En este caso, la Ley Electoral y de Partidos Políticos es clara en establecer que para ciertos actos políticos existe un tiempo determinado.
Lo triste y lamentable es que a funcionarios y dirigentes parece importarles poco el ridículo en el que queda nuestro modelo cuando se ofende de tal manera la inteligencia de la población y de la opinión pública, con actividades a todas luces al margen de la ley, que conllevan el agravante de que se enraíza la pobre percepción que se tiene del Ejecutivo y porque, de paso, se pone en entredicho el prestigio de quienes tienen a su cargo hacer que se respeten al máximo las reglas.
Al parecer existe mayor preocupación por las reacciones de sus patrocinadores que por hacer que se respeten las normas, una arista en la cual los partidos ya han dado suficientes muestras de lo poco que les importa la ley.
Resulta difícil comprender que en el país impere de manera rampante la cultura de lo pusilánime, por la complicidad de oscuros intereses, pues solo así se explica tanto abuso consentido, y no digamos en el delito ético en que incurren los funcionarios, quienes devengan un salario pagado con dinero de los contribuyentes, que se dedican a la propaganda partidaria: un problema que no es exclusivo de la actual administración, pero cuyas autoridades cuestionaron reiteradamente en gobiernos anteriores.
Actitudes serviles y permisivas difícilmente contribuirán con la maduración de la democracia. El actual partido oficial no está haciendo más que poner a prueba al sistema, al apostar que únicamente recibirá una irrisoria multa, lo que equivaldría a una gran burla al estado de Derecho y a quienes deben velar por que eso no ocurra. Un poco de dignidad y entereza contribuirían de manera decisiva en el fortalecimiento de la democracia.
Publicado el 23 de septiembre de 2014 en www.prensalibre.com por Editorial Prensa Libre http://www.prensalibre.com/opinion/El-TSE-enfrenta-una-nueva-prueba_0_1217278514.html
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