EL COLEGA POllock entrevistó a “Juan”, un coyote. Tiene 33 años, comenzó de 19 y ha entrado y salido a Estados Unidos 70 veces. Ahora hace 30 viajes anuales de cuatro días, con grupos de hasta doce adultos y seis niños. Gana entre 210 mil y 420 mil dólares por dar un servicio puerta a puerta, con comida incluida, tarifas especiales de grupo, hoteles cómodos, útiles para lavar dinero, así como autobuses de primera, compartidos con otros coyotes y con viajeros legales. Radica en Soloma, Huehuetenango, donde el 70 por ciento de la actividad económica se relaciona directa o indirectamente con el “coyotazgo”: hoteles, restaurantes y demás. Entre México y Guatemala hay 132 puntos de entrada, en 1,600 kilómetros de frontera común.
LA CORRUPCIÓN NO POdía faltar. “Juan” afirma asegurar el paso de sus clientes gracias a las mordidas a funcionarios guatemaltecos, pero también incluye entre quienes en México “trabajan para nosotros” (los coyotes) a la aduana, la Policía Federal, la Procuraduría General y sus fiscales, la Policía Judicial Federal y las policías municipales. Tampoco podía estar ausente su autocalificación de ser un coyote “bueno”, y asegura “si pudiera, yo mismo mataría al coyote responsable de la muerte del niño”, en una referencia al niño guatemalteco cuyo cadáver fue encontrado en el desierto hace pocas semanas. Y culpa a los coyotes malos, es decir quienes por ahorrar dinero no les pagan a las autoridades y eso mete en problemas a los emigrantes.
AL LLEGAR A LA FRONtera, “Juan” y quienes son como él dicen a los niños “que hagan ruido”, así son capturados en cinco minutos. Luego le avisan a la familia. Lo hacen porque gracias al presidente Obama “ellos pueden quedarse en Estados Unidos”. Regresa, y espera el resultado de los “anzuelos”, o sea enganchadores para el viaje, repartidos en todos los municipios del Guatemala. Esta relación de “Juan” me ayudó a despejar la duda de por qué los padres y madres mandan a sus niños de pocos años. Muchos no van en el tren La Bestia, destinado sobre todo para los adultos o adolescentes. Hasta podría hablarse de un alivio, porque es impensable el viaje en condiciones diferentes de niños cuya edad muchas veces no llega a los diez años.
EL NEGOCIO SEGUIRÁ. SI las autoridades endurecen su posición, el precio va a aumentar. El excelente trabajo de Pollock obliga a pensar en la urgencia de actuar distinto. La solución no está en colocar muros de concreto o alambre espigado, ni lanzar a la Guardia Nacional. Los niños son enviados porque no tienen futuro o ya tienen padres o parientes en Estados Unidos. El “plan Centroamérica”, rechazado en Washington, permitiría fomentar inversiones para crear empleos en el Triángulo Norte. Los miles de millones de dólares del gasto sugerido por el gobierno estadounidense, tendrían resultados reales a mediano plazo si se emplean en forma similar a como hizo el Plan Marshall en Europa al terminar la Segunda Guerra Mundial.
Publicado el 26 de agosto de 2014 en www.prensalibre.com por Mario Antonio Sandoval http://www.prensalibre.com/opinion/Ninos-migrantes-siguen-sorpresas_0_1200480161.html
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