Asignar recursos revela de manera tangible nuestras verdaderas prioridades: aquellas por las que estamos dispuestos a hacer sacrificios y aquellas que pese a nosotros, nos ganan la partida y ponen al desnudo nuestras debilidades.
Lo pensé alguna vez mientras elaboraba la famosa “planilla” que antes se entregaba con la declaración fiscal. “Aquí sí que estoy retratada”, me dije, al enumerar, una tras otra, las facturas que respaldaban mis gastos anuales.
Ni los colegas ni los amigos ni la familia –¡ni siquiera el médico!– lo esculcan a uno de la manera que lo puede hacer el contador.
Lo mismo es cierto en cuanto a las organizaciones y los estados. El presupuesto ejecutado refleja si somos ordenados o no, si planificamos o no, si somos coherentes con la realidad o pueriles y vanidosos.
Ahí tienen ustedes el caso de la sequía. ¿Desde cuándo hubo previsiones meteorológicas que podían afectar la agricultura? Hace meses. Sin embargo, el Gobierno solo empieza a pronunciarse sobre la falta de lluvias cuando ya tiene la hambruna encima, cuando se percata de pronto, ¡ay!, que suman 168 mil las familias en riesgo por pérdida de cosechas.
La falta de planificación ya es grave, pero más lamentable todavía la incapacidad de reflejar, en el gasto público, lo que debería importarles más.
La semana pasada, la vicepresidenta Roxana Baldetti realizó una declaración conjunta con Luis Enrique Monterroso, el director de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SESAN), para informar que la ayuda a los afectados de la sequía se empezará a distribuir a finales de septiembre y principios de octubre.
¡Menos mal es emergencia! Se sabe que suman decenas de familias en riesgo de pasar hambre, que hay dos agricultores que se han suicidado solo en la aldea de Pinitos, Jutiapa, por la desesperación de las deudas contraídas para cosechas que serán nulas, y bueno…¡habrá que esperar algunas semanitas antes de distribuir la asistencia! ¡Les recomendamos que tengan paciencia!
Esa lentitud para atender lo que de verdad hace falta contrasta con la celeridad con la que se asignan gastos “por excepción” para los que no se licita ni se cotiza, simplemente se ordena.
Un ejemplo muy burdo de la semana pasada fue el dinero gastado en la obra de teatro montada para la presentación gubernamental del “Plan Nacional de Desarrollo Katún 2032”.
En ese show, donde se montó una “película” en la que Otto Pérez Molina se presenta como una especie de Mesías, se utilizó una proyección digital de 25 minutos que costó Q190 mil, asignados a dedo. A casi mil dólares el minuto, ¿qué tal?
Ese dinero provenía además de un préstamo del Banco Mundial para la “aplicación de un plan de desarrollo desde lo rural”, es decir, que supuestamente debería haber sido utilizado para brindarle soluciones a quienes en realidad lo necesitan. Y como ya se sospechaba que semejante gasto podía verse mal, los funcionarios tuvieron que solicitar una declaratoria de “no objeción” de parte de los banqueros para erogar los fondos en ese montaje.
Me dirán que Q190 mil es un pelo de gato en el presupuesto, que hay funcionarios que sí hacen esfuerzos –reales– y es cierto: siempre hay gente que trabaja a pesar de todo.
Pero gastos descabellados y sin consideración como estos son los que revelan las auténticas prioridades del liderazgo político: la asignación y reparto del presupuesto entre amiguetes, compadres y financistas, pasados y futuros.
Para esa suma y resta de recursos y favores siempre hay previsiones, tiempo y metálico. A la población, en especial a los más pobres, siempre se les pide lo mismo: paciencia y más paciencia, incluso en medio de la agonía.
Publicado el 18 de agosto de 2014 en www.elperiodico.com por Dina Fernández http://www.elperiodico.com.gt/es/20140818/opinion/521/Prioridades-y-dinero.htm
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