Marta Yolanda Díaz Duran
Más de una vez en nuestra vida hemos escuchado la expresión “en franco deterioro”, para enfatizar que una situación en lugar de mejorar, empeora. Sin embargo, el uso de la palabra franco me genera cierta inquietud, ya que mi mente la asocia con la franqueza, una virtud que si la mayoría cultiváramos nos facilitaría la búsqueda de la felicidad. Sobre todo en lo que a convicciones trata. Hoy es casi tan difícil encontrarse con una persona intelectualmente honesta, como lo es toparse con un político de profesión que no robe a los tributarios.
Pareciera más probable encontrar una aguja en un pajar que tropezar en la batalla de las ideas con un interlocutor cuyo objetivo sea encontrar la verdad, la cual no depende de la opinión de nadie: depende de la realidad. Y lo anterior es casi imposible en especial entre los representantes del mainstream académico, intelectual y periodístico; no solo en Guatemala sino en todo el mundo. Aquellos formadores de opinión que descaradamente mienten, sacan de contexto los hechos y la mayoría de su argumentación la basan en falacias ad hominem, falacias non sequitur y la más usada en los últimos tiempos: la falacia del hombre de paja.
Es lamentable reconocer que entre la mayoría de personas que no forman parte de los, en muchas ocasiones, arrogantes círculos académicos e intelectuales – o sea, entre la población en general – prevalece la pereza mental. Y de esto último se aprovechan tanto los estatistas como los populistas politiqueros para avanzar en sus intereses personales, sin importarles, como es de esperar, las consecuencias trágicas que su ambición, su necedad o sus problemas de ego acarrean al resto, sobre todo cuando estos tienen el poder de imponer sus caprichos a los demás o han logrado cautivar a ingenuos que, por no hacer el esfuerzo mental por aclararse las ideas, son presas fáciles de aquellos que los van a manipular por medio de las emociones.
Es de vital importancia para todos (aún aquellos a quienes no les interesa aprender) reconocer que la única manera de detener el proceso de franco deterioro en el cual se encuentra la calidad de vida de muchos, es despertando a la mayoría que ha sido embaucada, o que se engaña a sí misma, de la pesadilla en la cual nos van a sumir a todos si no se preocupan por encontrar el porqué de la situación actual, atreviéndose a buscar sus premisas y a cuestionarse sobre la falsedad o verdad de estas a la luz de la evidencia.
Hay quienes piensan que necesitamos tocar fondo (otra frase coloquial común) para que la situación cambie radicalmente. Sin embargo, esta creencia me genera ciertas dudas como, por ejemplo, ¿qué significa tocar fondo? ¿Cómo saber que efectivamente hemos tocado ese fondo? ¿Cuál es el sacrificio en las vidas humanas que ese tocar fondo representa? ¿Existe un camino menos doloroso que el de la caída en picada en el cual nos encontramos? Tal vez sí. El del honesto reconocimiento de que nos hemos equivocado de camino, si acaso nuestro objetivo es el progreso.
Publicado el 04 de agosto de 2014 en www.s21.com.gt http://www.s21.com.gt/principios/2014/08/04/deshonesto-deterioro
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