La conducta de los políticos desfigura la democracia al convertirla en negocio, provocando que se cuestione el modelo de manera permanente. La esperanza es que la juventud participe y con su mentalidad innovadora privilegie un cambio real, dejando de lado el desdén por la política, ejerciendo el derecho de opinar y decidir su futuro. Su enfoque distinto de la realidad social tiene validez. Si lo hace, debe evitar cualquier tipo de reforma social apresurada que se desentienda de la situación y condición actual y futura de los ciudadanos, al no tener un punto de referencia válido que la justifique. Un contrato social por su naturaleza siempre se somete a un debate riguroso, intenso y extenso, analizando su conveniencia y consecuencias en un marco legal apropiado. Hace mas de 2 mil años que la prudencia es la virtud política más elevada que existe. Es bueno saberlo y cultivarla.
La juventud con su pensamiento y conducta ha dinamitado las costumbres de la sociedad sin pedirle permiso a nadie y está cambiando el mundo sin destruirlo. Es precursora de una nueva cultura ubicada en el reino de la tecnología y de la informática, rompiendo la hegemonía de la ideología y su devoción por el engaño. Su dinámica rebasa las expectativas establecidas en la solución de conflictos de naturaleza diversa, y su aporte en todas las ramas de la actividad humana está revestido de un gran mérito.
La problemática de Guatemala la potencia el sistema, la servidumbre de la clase política y la sociedad en su conjunto. Si la sociedad es honrada, los dirigentes son honrados. Si la ley se aplica sin privilegios, la justicia funciona. El mal es añejo y por acción u omisión somos responsables de la crisis. Cuesta admitirlo, pero no hemos podido o querido construir una nación diferente, la incapacidad y la corrupción nos dominan, sin poner en práctica los valores cardinales. No somos fieles con nuestro país, nos da todo y no le damos nada. Y si sembramos espinas es imposible cosechar rosas.
Publicado el 18 de junio de 2014 en www.elperiodico.com.gt por Amílcar Álvarez http://www.elperiodico.com.gt/es/20140618/opinion/249421/
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