Cambiar sin cambiar

No somos fieles con nuestro país, nos da todo y no le damos nada.
 
La reforma constitucional es un dulce con veneno del mismo sector que en el pasado impulsó cambios a su conveniencia. La diferencia es que ahora encaraman magistrados, alcaldes y diputados al corcel, apoyados por los que creen las mentiras de los políticos que a veces parecen mejores que la realidad. El pueblo les importa un pimiento. El proyecto nació muerto por ilegal y por el descrédito de los dirigentes que carecen de ética y moral para impulsar cambios sociales. Lo único que hubieran logrado es terminar la precaria paz que tenemos. Sin duda, las deformaciones humanas no solo tienen sentido estético, también moral, y si alguien cree que la democracia termina con la demencia política, está equivocado. La Constitución se cumple. No es una partitura.
 

La conducta de los políticos desfigura la democracia al convertirla en negocio, provocando que se cuestione el modelo de manera permanente. La esperanza es que la juventud participe y con su mentalidad innovadora privilegie un cambio real, dejando de lado el desdén por la política, ejerciendo el derecho de opinar y decidir su futuro. Su enfoque distinto de la realidad social tiene validez. Si lo hace, debe evitar cualquier tipo de reforma social apresurada que se desentienda de la situación y condición actual y futura de los ciudadanos, al no tener un punto de referencia válido que la justifique. Un contrato social por su naturaleza siempre se somete a un debate riguroso, intenso y extenso, analizando su conveniencia y consecuencias en un marco legal apropiado. Hace mas de 2 mil años que la prudencia es la virtud política más elevada que existe. Es bueno saberlo y cultivarla.

La juventud con su pensamiento y conducta ha dinamitado las costumbres de la sociedad sin pedirle permiso a nadie y está cambiando el mundo sin destruirlo. Es precursora de una nueva cultura ubicada en el reino de la tecnología y de la informática, rompiendo la hegemonía de la ideología y su devoción por el engaño. Su dinámica rebasa las expectativas establecidas en la solución de conflictos de naturaleza diversa, y su aporte en todas las ramas de la actividad humana  está revestido de un gran mérito.

La problemática de Guatemala la potencia el sistema, la servidumbre de la clase política y la sociedad en su conjunto. Si la sociedad es honrada, los dirigentes son honrados. Si la ley se aplica sin privilegios, la justicia funciona. El mal es añejo y por acción u omisión somos responsables de la crisis. Cuesta admitirlo, pero no hemos podido o querido construir una nación diferente, la incapacidad y la corrupción nos dominan, sin poner en práctica los valores cardinales. No somos fieles con nuestro país, nos da todo y no le damos nada. Y si sembramos espinas es imposible cosechar rosas.

Publicado el 18 de junio de 2014 en www.elperiodico.com.gt por Amílcar Álvarez
http://www.elperiodico.com.gt/es/20140618/opinion/249421/

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