Caos en el IGSS de la zona 9

El hospital al borde del colapso.
 
Nidia de Galich tiene 50 años y es maestra. Cada mes, a lo largo de décadas de vida laboral, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social se ha quedado con una porción de su salario.

 

Ha pagado miles de quetzales para recibir un servicio que ahora necesita con urgencia. Doña Nidia tiene cáncer. Fue diagnosticada hace más de un año y desde entonces ha esperado pacientemente que el IGSS le asigne una fecha para poderse operar.

Hasta este día, ella llama todas las semanas al IGSS para saber si ¡al fin! le van a poder asignar cama y quirófano. Hasta ahora la respuesta es la misma: no hay.

La historia de doña Nidia no es una excepción. Es la regla ahora en el IGSS de la zona 9, donde existe una enorme presa de más de un centenar de pacientes en cola para ser intervenidos, porque el hospital está al borde de un colapso similar al de los hospitales públicos.

Los pacientes reciben una atención deplorable y los médicos se ven obligados a trabajar en condiciones limitadas por las carencias que agobian a la institución.

Uno de los principales problemas es la falta de camas: no tienen suficientes para atender a los pacientes que abarrotan el hospital cada día. Este es el único hospital de tercer nivel del país, a donde son remitidos los pacientes más graves de toda la República y la capacidad instalada se desborda.

De ahí, que sea común encontrar en la emergencia a personas durmiendo en el suelo o las bancas. Ahí están, acurrucadas y con dolor, agarradas a una máquina de suero, mientras se desocupa una cama. Así pueden pasar varios días, en los que la alimentación es irregular.

El hospital enfrenta otros problemas serios. No hay suficientes ventiladores para atender a los enfermos, a quienes no es raro que se ventile en forma manual. A ello hay que agregar que el material descartable para terapia respiratoria, los tubos plásticos que se conectan a las máquinas no se usan una sola vez como recomienda el fabricante, sino que se lavan y se esterilizan. Así pasan de un paciente a otro, lo cual se convierte en foco de infecciones.

Los monitores que se encuentran en las salas de atención, para controlar los signos vitales, están en su mayoría averiados y funcionan a medias, cuando funcionan.

De los nueve quirófanos que hay en el hospital, dos se encuentran fuera de servicio por falta de camillas o de lámparas.

Ni hablar de los suministros: cuando hay jabón no hay suturas, cuando hay suturas no hay antibióticos, y si hay antibióticos, no hay analgésicos.

El hospital está infestado de plagas, los médicos temen que el agua se encuentre contaminada y para colmo de males no cuentan con un epidemiólogo de planta que mantenga bajo control las infecciones nosocomiales.

¿Y las condiciones laborales? Irónicamente, desde la gestión de Luis Reyes Mayén a los médicos y personal de enfermería se les contrata por servicios profesionales. No están en planilla, no tienen prestaciones y no cotizan al IGSS.

Estas son denuncias presentadas por los médicos y confirmadas con visitas al hospital. Los médicos no pueden hacerlas de viva voz porque los despiden, pero la situación del hospital se agravó desde la llegada de Luis Reyes Mayén y ahora parece a punto de zozobrar.

¿Harán algo los directivos de la institución para solventar esta situación? ¿O dejarán que la gente se muera en el IGSS cuando sería fácil salvarlos?

Personas como doña Nidia de Galich no esperan un gracioso favor de su parte. Han pagado largos años por el servicio y lo justo es que se los brinden ¡ya!

 
Publicado el 02 de junio de 2014 en www.elperiodico.com.gt  por Dina Fernández
http://www.elperiodico.com.gt/es/20140602/opinion/248495/

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