No hay luz al final del túnel

ALFRED KALTSCHMITT

Un sistema parlamentario manipulado por la hediondez del abuso del espíritu de la ley. Un sistema tan distante del bien común, como los prostíbulos lo son del amor. Es un calvario heredado de los constituyentes, quienes a través de su idílico prisma constitucional no previeron lo que pasaría cuando la jauría “zoopolítica” llegase a dominar el Congreso en tiempos del cólera “ambi-ocioso”. Di-puta-dos, sin la menor conciencia de la responsabilidad de su deber, la cual la define ese pedazo de papel llamado Constitución -al que todos le prestan juramento pero con sórdida displicencia lo pisotean hasta convertirlo en papel higiénico.

Si existiere una salida digna de este entuerto enraizado hasta el tuétano en ese mamotreto normativo bautizado como “Ley Orgánica del Legislativo”, podría haber una esperanza, una luz al final del largo y oscuro túnel. Pero no la hay, porque los “nenes” son también parte interesada, y por ende ¡nunca! van a aprobar una ley que les limite ese incentivo perverso del que gozan con exquisita y legal libertad. Drácula no soltará el banco de sangre. Vive de él. Es su poción mágica de defraudación, además del principal enganchador de draculitas para expandir la estirpe por medio del cuello mordido y el transfuguismo a Transilvania…

Se dan el lujo hasta de reclamar los derechos constitucionales a ellos conferidos, bla-bla-bla y demás yerbas politiqueras. La interpelación “es constitucional” —dicen—. Y lo es. “Es obligación del diputado o la bancada ‘fiscalizar”, afirman. Y así debe ser. Pero de esa letra legalista manipulada por la politiquería, a la realidad concreta revelada en el día a día del parlamento, dista un inmenso océano al puerto seguro del espíritu de la ley. Porque cuando uno obedece la letra de la ley, mas no su espíritu, se está obedeciendo la interpretación literal, pero no “la intención” de los que la crearon. Y los constituyentes no crearon la Ley Orgánica del Congreso con tal intención. La intención prístina, apegada al espíritu de la ley de la figura de la interpelación, fue, ha sido y es, la rendición de cuentas, la fiscalización. Dos o tres sesiones a lo sumo serían más que suficientes. No cientos de días, perdidos en el laberinto de lo absurdo interrogando a los interpelados sin contenido ni enfoque y con el único propósito de paralizar la agenda.

¿Era la intención de los constituyentes paralizar el Congreso ad infinitum con una lista de interpelados esperando su turno? ¿A qué horas se hace gobierno entonces? Durante 16 meses toda una ministra de un despacho tan importante como el Ministerio de Educación —que tiene bajo su mando a más de 160 mil empleados y un presupuesto de Q10 mil millones— tuvo que estar sentada por más de 75 días hábiles; por obligación legislativa, so pena de encierro y persecución, esperando en el Congreso el final de la interpelación del ministro de Cultura.

La interpelación de la ministra de Educación comenzó ayer y ya tienen preparada una andanada de preguntas sobre temas que presagian otro calvario idéntico al del ministro de Cultura, en el cual el Congreso de la República estuvo paralizado durante 136 días, y según la organización Guatemala Visible, costó a los ciudadanos la bicoca de Q162 millones. Aritmética simple: El costo diario del Congreso es de Q1 millón 92 mil.

Lo dijo este escribiente “ene” cantidad de columnas atrás: Esto es lo que acontece con la excepción de unos cuantos legisladores, que a mi juicio, no levantan la voz, ni han sabido capitalizar el descontento de la ciudadanía para amplificar la horrenda hediondez, el asqueante, oneroso e irresponsable desempeño del Congreso.

Una golondrina sí hace verano si tiene la verdad y la razón, esa que prende bombillos, alumbra recovecos y levanta al pueblo.

Es hora de hacer algo, golondrinas…

Publicado el 22 de abril de 2014 en www.prensalibre.com
http://www.prensalibre.com/opinion/luz-final-tunel_0_1124887515.html

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