Guatemaltecos extraordinarios

ALFRED KALTSCHMITT

Hay guatemaltecos jugando en las grandes ligas, como Luis Von Ahn y otros que están poniendo el nombre de nuestro país muy en alto en el escaparate mundial. Pero también acá, desde las llanuras de los aires locales, gente preciosa se juega la vida haciendo cosas fuera de lo ordinario. Hablo de rescatar a los jóvenes de barrios marginales del camino seguro de la delincuencia, cuando lo único que tienen abierto son puertas de inexorable perdición al vivir dentro de un sistema que ciertamente asegura la entrada y la membresía a ese mundo infrahumano de la delincuencia, pero rara vez permite la salida de las restricciones de prisiones socioeconómicas en las que viven los jóvenes de escasos recursos.

Es difícil entender el horizonte futuro de un joven, hombre o mujer, nacidos desde su génesis más temprana con taras sociales. Hablo de familias disfuncionales, padres alcohólicos o drogadictos, delincuentes, prostitutas, desde violencia intrafamiliar hasta abuso sexual. No solo es la pobreza y la marginación, sino las presiones del medio ambiente que rodean a los jóvenes. Difícil imaginar, sino por retazos de historias recogidas de los que se han atrevido hacer algo por estos jóvenes, entender las realidades de asedio permanente enfrentadas por esta juventud marginada y vulnerable.

La visión de Juan Carlos Molina —un joven sicólogo guatemalteco— nace de su inquietud por entender la problemática de niños y jóvenes viviendo en las calles, consumiendo drogas y hasta involucrados en matar a otros. Pronto se percata de que no puede entender el problema si no pasa tiempo compartiendo y conociendo el mundo interno de estos grupos vulnerables y en riesgo constante.

El parteaguas se da cuando descubre la esencia del problema: “Uno puede darles trabajo; puede darles cosas materiales; puede darles dinero, pero no van a cambiar si no se sana su corazón; si no sanan sus heridas. Entonces, eso fue lo que me llevó a mí a hacer lo que hoy hago: a formar Guatemaltecos Extraordinarios”, comparte Juan Carlos en un evento que reúne a una buena cantidad de guatemaltecos interesados en ayudarlo.

“El principal fin de esa asociación es que la persona descubra su esencia, para revelar su naturaleza extraordinaria y así evitar un sufrimiento humano a los jóvenes y señoritas afectados por la realidad detrás del involucramiento en drogadicción y delincuencia”.

“En lugar de decirles a estos patojos, mirá, no consumás drogas, dejá las pandillas y la calle, la idea es preguntarles y descubrir qué es lo que les apasiona hacer, cuál es su don; entonces los empezamos a exponer a otros ambientes, pero antes tienen que verse ellos mismos desde dentro”, afirma Molina.

Actualmente está trabajando con 30 jóvenes en alto riesgo, un grupo en riesgo y un tercer grupo de prevención terciaria, que son los niños de 5 a 12 años.

A los jóvenes de mayor riesgo se les identifica a través de un vínculo auténtico de amistad que se entabla con ellos, y a partir de allí se inicia una serie de actividades para sanar su corazón. Actualmente, en el centro extraordinario El Recreo, seis maestros imparten primaria a 56 niños y niñas de manera ad honórem.

“Miren los ojos de estos jóvenes —nos dice Juan Carlos—, mientras nos proyecta fotografías. Vean esa mirada antes y ahora. Los ojos son la ventana del alma. Esa diferencia que ven es el milagro del amor. El poder de la relación con alguien que no los intimida”.

Salí impactado de la presentación. Este es un proyecto extraordinario, y esos jóvenes son en verdad “guatemaltecos extraordinarios”.

 
Publicado el 04 de abril de 2014 en www.prensalibre.com 
http://www.prensalibre.com/opinion/Guatemaltecos-extraordinarios_0_1114088611.html

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