Impunidad, repudio… ¿Qué sigue…?

Durante los últimos cincuenta años, en los diversos medios informativos, políticos y académicos nacionales se opinó hasta el cansancio, que el principal problema de Guatemala radica en la impunidad, la cual aumenta todos los días con la anuencia, así parece públicamente, de los gobiernos central y municipales, cuyos titulares juraron cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes (no se rían, así lo dijeron cuando se juramentaron).

Con bombos y platillos se anuncian la detención de presuntos delincuentes, quienes son trasladados a penales abarrotados en donde más tardaron en llegar que en ser puestos en libertad, aunque se les acuse de delitos graves.  La impunidad tiene costos y, por lo regular, son muy altos para todos los miembros de la sociedad, involucrados o no en los hechos impunes, al grado que varias empresas en Guatemala decidieron abandonar el país por la inseguridad imperante y trasladar sus sedes a otros países.

¿Cuántas personas que respetan la ley, que trabajaban lícitamente en esas empresas y pagaban impuestos perdieron sus empleos? ¿Cómo se explicarán ellos mismos la pérdida de su modo honesto de vivir mientras que los delincuentes viven mucho mejor que ellos? La situación de la ausencia de un Estado de derecho no es nueva, la delincuencia organizada controla hasta la venta de discos piratas y las tortillerías.

Los gobernantes, del partido político de turno y los que vengan, deberían entender que el uso de la fuerza pública es legítimo para el Estado cuando se trata de perseguir a criminales y delincuentes. Se trata de garantizar la seguridad y los derechos de la mayoría de los ciudadanos, a través de la vigencia de un Estado de derecho. Pero… sí el Estado no es capaz de eso, entonces no habrá que esperar mucho para preguntar: ¿qué sigue? ¿Qué podemos esperar?

La permanencia de la cultura del viejo sistema político provoca el desgarramiento de la sociedad y la falta de costumbre hace que, hasta aquellos a quienes se les pide transparencia y rendición de cuentas (en su cargo público) se sientan agredidos y lleguen al extremo de criminalizar a quienes decidieron dar el voto a su favor, generando el repudio  de muchos conciudadanos.

Los ciudadanos decepcionados, se dan cuenta que votar no es el simple acto de poner una cruz sobre el nombre y fotografía de un candidato o el emblema de un partido político; antes la mayoría de votantes era mecánica y automática, eso era antes, pero ahora ya no, en una gran mayoría la población ha despertado; aunque en el Congreso de la República los diputados sigan siendo unos  levantadedos, al servicio de los intereses de sus financistas; por ello es de suma importancia que las cámaras de televisión del Congreso y las pantallas electrónicas transmitan a los votantes qué diputados votan en beneficio social y quienes se ganan el rechazo y protestas de sus electores y conciudadanos.

Es lamentable que los políticos criollos que ocupan cargos públicos, sean del partido que sean, sigan creyendo que su poder se lo deben al Presidente de la República o al Secretario General de su partido, que las elecciones son un simple trámite que hay que cumplir y que su futuro depende de sus protectores (partido, presidente o financistas) y no de los votantes, quienes son sus reales patrones.

Por otro lado, la mayoría de los ciudadanos no ha entendido que su voto vale, que no debe votar por el más guapo, por el que tiene buena cara, por el que cae bien, por el que parece decente, por el que ya tiene dinero y -se cree- no robará… sino fijarse en lo que realmente significa votar por ese candidato y por el partido que lo postula; es decir, sus principios e ideales, su plataforma ideológica.

Publicado el 24 de febrero de 2014 en www.lahora.com.gt por Fernando Mollinedo
http://www.lahora.com.gt/index.php/opinion/opinion/columnas/191760-impunidad-repudio-ique-sigue

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