En otras palabras, todo indica que en Guatemala no existen datos confiables. Si en años anteriores las cifras eran más bajas, eso no significa que hubiera menos niños desnutridos. Solo quiere decir que no existe un sistema adecuado de monitoreo. Por lo tanto, se podría colegir que los informes presidenciales de resultados en temas como la violencia, las muertes maternas, el analfabetismo y la desnutrición, probablemente están basados en puras conjeturas y ni el Gobierno ni la ciudadanía tienen la menor idea de cuál es la situación real de las familias en el territorio nacional.
Con relación a la desnutrición crónica y aguda entre las niñas y niños guatemaltecos, un factor que ha de pesar de manera rotunda es el altísimo nivel de politización de los programas de asistencia alimentaria, la falta de controles en la administración de los recursos y la poca fiscalización que se realiza desde la sociedad civil para garantizar el correcto funcionamiento de las instituciones encargadas.
Es cansado repetirlo, pero retrata la realidad del país con mucha exactitud: Guatemala es un país rico, lleno de pobres. Una tierra fértil como la que más, un clima cercano a la perfección y un pueblo trabajador y esperanzado, ingredientes ideales para que esta nación se encontrara entre las más desarrolladas del continente. El problema está en quienes tomaron el mando —casi desde la época colonial— para someter a grandes sectores de la población y administrar las riquezas de todos como si fueran su patrimonio personal.
Las clases políticas nada han hecho por revertir esa situación y crear condiciones favorables para el desarrollo del país. No se han dado cuenta aun del peligro en que colocan a la democracia, al estado de Derecho y a toda una estructura institucional que ha costado mucho construir y preservar. La pobreza extrema no es una realidad aceptable en un país con tanta riqueza, sino más bien una vergüenza de cara a la comunidad internacional.
La hambruna en el Corredor Seco está instalada desde hace mucho. También en otras regiones. Pero cuando suenan las alarmas es porque las víctimas ya comienzan a aparecer en los medios de comunicación. Sin embargo, la desnutrición —así como está sucediendo con los asesinatos— parece haber perdido el factor prioridad para transformarse en un color más del espectro noticioso. Ya la población se ha acostumbrado a la pobreza de otros, a la indigencia de otros, a la muerte de otros y es esa caparazón la que le permite continuar con su vida, una vida cada vez más reducida en espacio y perspectiva.
Publicado el 24 de febrero de 2014 en www.prensalibre.com por Carolina Vásquez Araya http://www.prensalibre.com/opinion/Tierra-fertil_0_1090690941.html
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