Certeza del castigo hace la diferencia

Cuando se citan estadísticas que nos ubican entre las naciones más violentas, aquellas que presentan las tasas de homicidios más elevadas del mundo, y cuando un organismo extranjero nos presenta información que no solo hace hincapié en esa realidad sino que nos exhorta a cambiar las estrategias para implementar reformas, eso se convierte en motivo de escozor y molestia. Así ha sucedido en la última década, pues la tentación electoral siempre está cercana para el partido de turno y sus opositores.

Transformar el panorama de incidencia delictiva requiere de un genuino esfuerzo nacional y un compromiso de Estado desprovisto de pretensiones políticas y publicitarias para que se sienten las bases de un verdadero cambio, porque para la erradicación de la violencia se necesita un esfuerzo de largo aliento, con políticas que mantengan coherencia y que abarquen los distintos factores del fenómeno, en lugar de la sola reacción punitiva y los golpes efectistas de las fuerzas de seguridad.

Baste citar un par de ejemplos que marcan las diferencias en el combate de los criminales. Hace nueve días, la vicepresidenta de la República fue víctima de una agresión, y hasta ahora las fuerzas de seguridad buscan afanosamente al presunto instigador de ese ataque; incluso fueron allanadas varias residencias y se montó todo un operativo para su captura, pero los resultados han sido infructuosos; no es el primer sindicado de un delito que se escabulle con tanta facilidad.

En Estados Unidos, el domingo último por la noche, en un barrio de Nueva York, una guatemalteca y sus dos hijas fueron brutalmente asesinadas, presuntamente por Miguel Mejía, conviviente de ella y de origen mexicano cuya búsqueda empezó de inmediato y poco más de 24 horas después fue capturado por la policía de ese país, en Texas, casi a tres mil kilómetros de distancia de la escena del crimen, cuando al parecer se dirigía a México.

La detención de Mejía como principal sospechoso del múltiple asesinato en un tiempo bastante breve es ya un factor diferenciador respecto del modelo guatemalteco, ya que la certeza de castigo es mucho más clara, dada la cooperación entre instituciones y el empeño de los funcionarios de seguridad en clarificar casos de alto impacto, así como la colaboración de la propia sociedad, que no duda en unir esfuerzos.

La certeza jurídica y las acciones oportunas tomadas por las fuerzas de seguridad son los principales ingredientes para transformar cualquier sistema, pero para ello también se debe comprender que la Policía es apenas uno de los engranajes de ese modelo que se complementa con la tenacidad de los fiscales y la garantía de imparcialidad de los jueces.

En ese sentido es válido recordar las implicaciones y ramificaciones que ha tenido otro caso emblemático: la desaparición de Cristina Siekavizza, por la cual guarda prisión su esposo, Roberto Barreda, quien fue capturado en México después de más de dos años de estar prófugo, pero que en el fondo son hechos que se constituyen en ejemplos perversos que alientan la comisión de delitos, ante la falta de castigo.

Publicado el 22 de enero de 2014 en www.prensalibre.com por Editorial Prensa Libre
http://www.prensalibre.com/opinion/Certeza-castigo-hace-diferencia_0_1070892918.html

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