La semana pasada incluí algunos pasajes de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium del papa Francisco. Dice dicho documento: “Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De allí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una tiranía invisible… que impone de manera unilateral e implacable sus leyes y reglas… A todo esto se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales… En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden de acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses de un mercado divinizado, convertidos en regla absoluta”.
El fetichismo del dinero, la corrupción de la política, el consumismo llevado a un grado de obsesión, la pérdida de cualquier dimensión ética, el aplastamiento de cualquier cosa que sea frágil ante las exigencias de la máquina productiva, no son “revelaciones”. Son cosas que la mayoría de gente mastica. El problema es que no logramos digerirlas y, sobre todo, tomar una acción ciudadana de profundidad política.
El mérito que tiene el mensaje del Papa es que, desde una esfera de poder e influencia social, acusa al sistema económico y político de carecer de legitimidad frente a los intereses humanos. Desnuda su hipocresía y nos pone claras las cosas. Decirle no a este sistema es asunto de cada uno de nosotros.
Ciertamente estamos hundidos hasta el cogote y nuestra capacidad de acción el día de hoy es poca. Pero hay cuestiones puntuales en que debemos reflexionar para construir nuevas formas de existencia tanto a nivel personal como a nivel social. Para empezar, el sistema económico que nos domina está basado en una premisa falsa: que el progreso puede ser infinito. El problema es que los recursos son limitados y entonces la premisa es falsa. Fue una teoría que no tuvo en cuenta la sostenibilidad, sino la venta de una ilusión. Si en lugar de explotar sin misericordia los recursos de la Tierra, se hubiese pensado en sistemas sostenibles, con propósitos de beneficio general y no individualista, hoy no tendríamos un vergonzoso panorama de depredación. Otro tema a considerar, es que las corporaciones que hoy tienen más poder que los propios Estados, no son personas. Son entes anónimos cuya única función es generar ganancias. De allí que poca consideración pueden tener hacia nuestros intereses o hacia el bienestar de las mayorías.
Publicado el 17 de enero de 2014 3 en www.elperiodico.com.gt por Carol Zardetto http://www.elperiodico.com.gt/es/20140117/opinion/241084/
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