La espera

“Está claro en corridos, dichos y proverbios, que es de sabios prevenir”.

El reconocimiento de la ciudadanía, como un derecho de todas las personas, subraya el carácter urgente de la formulación de políticas públicas dirigidas a garantizar, proteger, promover y atender los derechos humanos. Sin embargo, en países como Guatemala, cuyas débiles democracias responden a intereses particulares en lugar de garantizar el bien común, los Estados suelen ser más bien reactivos.

Acá, sin duda, prevenir no es prioridad. Esperamos a que el bus se desbarranque y mate a decenas para hablar sobre los desbordados abusos de velocidad. Esperamos a que se destruyan los recursos naturales para atender su extracción inescrupulosa con supuestas “mesas de diálogo”. Esperamos a que se hunda medio barrio para revisar la condición de las alcantarillas. Esperamos a que asesinen a decenas de pilotos, para planificar la desarticulación de bandas criminales. Esperamos a ver jóvenes sicarios declarando con frialdad, para discutir la terrible proliferación de armas y municiones. Esperamos los tristes resultados de las pruebas escolares para hablar sobre calidad educativa. Esperamos a enterarnos de miles de niñas embarazadas para entender que eso es ¡violación! Esperamos a que atropellen a cientos de transeúntes para poner la pasarela. Esperamos a que se queme el basurero de la zona tres para exponer sus altos riesgos insalubres. Esperamos a que se desmoronen los muros para hablar de la saturación de la tierra. Esperamos a conocer las estadísticas de “violencia” en algunos departamentos, para anunciar su “próxima toma”.

Nuestra política espera día a día a que los acontecimientos la alcancen para actuar con reacción. Es su forma de ser. Pero la ciudadanía merece más: un pacto nacional de prevención. Merece que los programas educativos se fortalezcan seriamente para prevenir la fatalidad de un futuro sin alternativas. Garantizar el diálogo en asuntos de tierra y minería, acompañado del serio cumplimiento de los compromisos que de ahí devengan. Invertir en salud (atención primaria). Insistir en seguridad. No esperar a que mueran cientos de niños por causa de la desnutrición para comprender la gravedad del problema. Garantizar mayores oportunidades para los jóvenes, más allá de la migración, la maquila o el mercado informal. Porque bien dicen longevos dichos: “Excava el pozo antes de que tengas sed”, “más vale prevenir, que lamentar”. Mire qué obvios argumentos, ¿será mucho pedir?

Publicado el 15 de enero de 2014 en www.elperiodico.com.gt por Anabella Giracca
http://www.elperiodico.com.gt/es/20140115/opinion/240973/

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