Una mitad amarga

El 2013 llegó a su final, un nuevo año que plantea nuevos propósitos como es usual, pero también implica retos y al diseñar ambos se debe partir del balance del año anterior. El gobierno llega a su primera mitad y los resultados son francamente modestos. El primer año de gestión presentó a un gobernante interesado en diferentes temas y buscaba que ciertas agendas ministeriales se llevaran a cabo para lo cual dedicaba enorme cantidad de tiempo, se veía interés, a pesar que su pasado no le ayudaba, ni tampoco su pensamiento. Se interesó en presentar iniciativas, como la despenalización y las reformas a la Constitución, pero hasta ahí. Durante el segundo año, el 2013, se desdibujó, se disipó, se perdió.

No hubo iniciativas, no hubo interés manifiesto, sino se le vio retornar a su postura militar: desinformación, iniciativas vacuas, mentiras persistentes, declaraciones sin sustento.  Eso sí, mostró mayor interés por las compras por excepción en primer lugar, acá sí se le vio denodado.  El otro aspecto en donde se destacó fue la defensa de su Vicepresidenta, ante declaraciones equivocadas o ante posturas más prendidas de bilis que de cerebro, el gobernante salía a su defensa.  Y luego, el tercer ámbito en donde se hizo sentir fue en el apoyo a su potencial candidato naranja. Bueno, y ¿gobernar?, desafortunadamente quedó al libre albedrío de su equipo, que más destaca por sus pocas luces que por una gestión coherente.

En lo económico, se terminó con una gestión macroeconómica sin enormes sobresaltos, pero con mayor endeudamiento –interno y externo–, baja notoria en la recaudación tributaria, las aduanas intervenidas militarmente y un ejercicio presupuestario bastante limitado, no sólo en términos de su ejecución –que es baja–, sino sin planteamientos claros de hacia dónde orientar el gasto público –poco en orientar la inversión y débil en profundizar lo social–, total terminó en nada.

En lo político, el desgaste del gobierno fue acelerado.  A pesar que tuvieron hechos que pudieron capitalizar para recuperar credibilidad, no pudieron ganar un espacio.  El programa de televisión y los anuncios constantes del gobernante con cifras poco creíbles y queriendo magnificar su gestión, cayeron en el vacío. El trabajo de negociación con el Congreso se mantuvo en lo gris, en lo opaco y lo inútil.  Los dos presidentes del Legislativo terminan su período de una forma vergonzante, sin mostrar la capacidad de negociación para recuperar una imagen destrozada, que se llevó a toda la legislatura y no se ven visos de mejorar.

En lo social, el equipo de gobierno siguió su comportamiento en ganar tiempo y negociar para no llegar a nada, con lo cual hunde aún más su escasa credibilidad y el gobernante se lleva la peor parte.

Si el gobernante no busca una senda diferente para su gestión, terminará el tercer año en peores condiciones que la actual y con ello hipoteca seriamente las posibilidades de su delfín y de sus candidaturas a diputados y alcaldes.

El problema al final es para todos nosotros.  Un nuevo gobierno que fracasa representa un enorme costo para nuestra sociedad y nuestro futuro se torna aún más sombrío, con candidatos que llegarán a hacer más de lo mismo y sin ninguna reforma que se oriente a cambiar el estado de cosas.  Ojalá que estos dos años puedan ser aprovechados, de lo contrario el presagio no puede ser más pesimista que hoy.

Publicado el 08 de enero de 2013 en www.lahora.com.gt por Juan José Narciso Chúa
http://www.lahora.com.gt/index.php/opinion/opinion/columnas/189353-una-mitad-amarga

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