se colocan sobre el tapete, esperando que los vientos sean los responsables de su conducción. La sociedad guatemalteca y sus inmensos desafíos no tienen viabilidad si no proponemos acciones rupturistas que contrarresten esa marcada idea de la continuidad y de vivir atendiendo solo a lo cotidiano. Traigo a colación estas primeras reflexiones para llevarlas al plano político que caracterizará los siguientes 12 meses.
¿Será posible que el gobierno del presidente Otto Pérez pueda separar su gestión y la diversidad de frentes, de los intereses por la continuidad electoral? ¿Podrá retomar una conducción seria, firme, con prioridades ordenadas evitando la dispersión, la discontinuidad y la presencia creciente de señalamientos de corrupción? ¿Hasta dónde se inmiscuirá el partido oficial y sus evidentes ansias por los procesos de postulación que cubrirán todo el año? La bancada oficial, ¿podrá evitar su desmembramiento, contener las ansias por la reelección y superar los aires divisionistas? ¿podrá enfrentar con algún grado de éxito a una oposición dispuesta a bloquear cualquier iniciativa de los patriotas? Esas son algunas de las preguntas que este inicio de año traen consigo, que como bien compartirán los acuciosos lectores, no se trata de temáticas nuevas, sino más bien interrogantes de arrastre.
Mostrar contundencia en los alcances, certeza en las decisiones, cumplir las promesas que se han acumulado y capacidad para articular con sectores que no piensan igual, son cuatro factores que han quedado a la espera en las segundas mitades de todos los gobiernos de la era democrática. Por el contrario, los años tres y cuatro se han caracterizado por ser más de lo mismo donde el peso del lastre es tal que elimina posibilidades para la reoxigenación de las administraciones gubernamentales.
La clave estará en la capacidad de administrar los recursos con base en prioridades bajo esquemas de contención del gasto público que año con año ha ido en sentido contrario, privilegiando los excesos, el desvío de recursos hacia las cuentas de la élite política, el pago de facturas electorales y el sentido de quedar bien con quienes garantizan la acumulación del poder.
Si estamos ante la repetición de esa tendencia o la capacidad de sentar nuevos precedentes, solo las primeras decisiones del año podrán dar cuenta. Elevar capacidades de observancia ciudadana, obligar la constante rendición de cuentas y mayor presión social, deben ser los retos 2014 para los receptores de las decisiones públicas.
Publicado el 02 de enero de 2014 en www.prensalibre.com por Renzo Lautaro Rosal http://www.prensalibre.com/opinion/ira_0_1058894130.html
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