El silencio que corrompe

El sistema debe castigar a quienes transgreden la ley.

El Índice de Percepción de Corrupción (IPC) califica el grado de corrupción de los países, según las percepciones de cada sociedad. Desde 1995, el IPC ha sido una herramienta ampliamente utilizada para dar a conocer la percepción de los ciudadanos sobre la transparencia y calidad de la gestión de cada Gobierno.

 El pasado 3 de diciembre, Transparencia Internacional publicó los resultados del IPC de este año. La calificación de 29 por ciento para Guatemala implica una reducción de cuatro puntos porcentuales respecto al año pasado, y nos merece el puesto 123 de los 177 países evaluados. Este diagnóstico se suma al creciente cuerpo de literatura que afirma el papel vinculante de la corrupción como freno de nuestro desarrollo.

 Por otro lado, el lunes 9 de diciembre, en el contexto del Día Internacional de Lucha contra la Corrupción, Ban Ki-moon, secretario general de Naciones Unidas, publicó un mensaje muy puntual y acertado sobre el tema. La corrupción conlleva una mala gobernanza, la cual “impide el crecimiento económico al elevar los costos y socava la gestión sostenible del medio ambiente y los recursos naturales. Asimismo, quebranta los derechos humanos fundamentales, agrava la pobreza e incrementa la desigualdad al desviar fondos de la atención de la salud, la educación y otros servicios esenciales”, dice Ki-moon.

 Entonces, les pregunto ¿es esto lo que queremos para nuestra Guatemala? Los resultados del IPC muestran a nuestro país como uno de los más corruptos, un obstáculo que nos impedirá llegar a construir la nación en que todos queremos vivir. En diciembre de 2012, el presidente Otto Pérez Molina aceptó en una entrevista con la agencia de noticias que “el 50 por ciento del Estado guatemalteco está infestado por la corrupción”, y que “el crimen organizado se ha infiltrado en las instituciones responsables de su combate”. Un año después, vemos cómo esa percepción no solo ha persistido entre los guatemaltecos, sino que ha aumentado.

 ¿Cómo resolver la corrupción? Partamos por reconocer que su combate depende de más de un elemento. En primer lugar, está en nosotros mismos y en nuestras acciones del día a día como líderes empresariales, familiares o comunitarios. Si nos resistimos con firmeza a la tentación de recurrir a la corrupción para distintos fines y rechazamos con vehemencia a quienes usan esta medida para ventaja propia, ayudaríamos a reducir la ubicuidad del fenómeno en nuestro país. El siguiente elemento fundamental es el sistema de justicia. Debemos de fortalecer el Estado de Derecho, exigir la certeza de castigo y que actúen las instituciones de justicia. El sistema debe castigar a quienes transgreden la ley al realizar actos de corrupción. Requerimos que esa justicia sea pronta y cumplida en la persecución de la corrupción a todo nivel, pero arrancando por los casos emblemáticos que sentarán precedente.

 El mensaje de Ki-moon nos hace reflexionar sobre nuestro rol en la sociedad, no solo como un grupo de individuos que dan lo mejor de sí día con día, sino también en la postura colectiva que tomemos, en donde la cooperación que tengamos unos con otros es fundamental. “Si queremos conseguir un futuro equitativo, inclusivo y más próspero para todos, debemos promover una cultura de integridad, transparencia, rendición de cuentas y buena gobernanza”, dice el funcionario en su mensaje, “la buena gobernanza es esencial para el desarrollo sostenible, y fundamental para combatir la delincuencia organizada” explica. Recordemos el dicho que dice “Si no se pelea para acabar con la corrupción, se acaba formando parte de ella”. El silencio es su mayor cómplice.

 

 

Publicado el 12 de diciembre de 2013 en www.elperiodico.com.gt por Salvador Paiz 
 http://www.elperiodico.com.gt/es/20131212/opinion/239526/

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