La corrupción y sus percepciones

Tres hechos diversos ocurridos ayer y sin relación entre sí confirman uno de los problemas más serios del país: el primero, no solo la existencia de la corrupción, sino la percepción popular de que tal flagelo social y político se encuentra presente en la vida nacional. El segundo, el descenso de Guatemala en el lugar que tenía en cuanto a este tipo de percepción, y el tercero, el descubrimiento de que los 14 ministerios y el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social efectuaron en noviembre un total de mil 500 compras directas, es decir, sin llenar los requisitos de licitación.

La organización no gubernamental alemana Transparencia Internacional hizo públicos ayer los resultados del orden de los países según sus ciudadanos perciben la existencia de la corrupción. El país más corrupto es Venezuela y el más transparente es Uruguay, y llama la atención que ambos se encuentren en el subcontinente sudamericano. Es preocupante lo que se refiere a Guatemala, situada en el área donde se hallan los países con mayores caídas, categoría que comparte con Panamá, la República Dominicana y Honduras. Paraguay y Nicaragua también descendieron en comparación con 2012.

Guatemala bajó a 29 puntos este año, de los 33 que tenía, y está ahora en el séptimo lugar. En referencia a la situación internacional, dos tercios de los 177 países medidos no aprueban el examen de falta de corrupción, lo que convierte a este flagelo en una realidad lamentable en la mayoría de naciones, donde los índices negativos más grandes los tienen los partidos políticos, la Policía y los sistemas judiciales, de la misma manera como ocurre en el territorio nacional. Lo más lamentable es que tal percepción resulta ser correcta, porque en general son cada vez mayores, numerosas y evidentes las pruebas, tanto de su existencia como de sus consecuencias negativas y también vergonzosas.

En cualquier tema, la percepción puede ser justificada o no. A veces, la falta de información provoca las sospechas, pero en otras ocasiones ocurre al revés: el conocimiento de hechos relacionados con adquisiciones de bienes y servicios, por ejemplo, es la fuente de que la población se sienta molesta cuando tales datos no llegan en forma oficial, sino es el resultado de investigaciones periodísticas o de instituciones dedicadas a buscar datos no conocidos, con el objetivo de analizarlos y de interpretarlos de manera distinta a como lo hacen los interesados.

Como ocurre muchas veces con investigaciones como las de Transparencia Internacional, los datos no dicen nada que sea nuevo y que no haya sido sospechado. Pero dan cifras que son útiles para interpretar el pulso ciudadano al respecto de aspectos fundamentales como lo son el funcionamiento de los órganos del Estado y de quienes los integran. Por ello es un error fundamental tratar de descalificarlas. Lejos de eso, deben ser consideradas como una información valiosa para que las decisiones gubernativas y del sector privado sean tomadas de tal manera que no puedan recibir críticas justificables y sobre todo imposibles de explicar a quienes quieran conocerlas.

 

Publicado el 04 de diciembre de 2013 en www.prensalibre.com por Editorial Prensa Libre
http://www.prensalibre.com/opinion/corrupcion-percepciones_0_1041495868.html

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