ALFRED KALTSCHMITT
Dada la cuasi parálisis del Congreso de la República, es casi seguro que el Presupuesto General de la Nación no sea aprobado. Esto tendrá diversos efectos que generarán ingobernabilidad. Los aumentos prometidos clientelarmente al Magisterio y Ministerio de Salud serán demandados con fuertes acciones políticas. Apelarán a ciertos partidos políticos que andan de shopping clientelar de cara a las próximas elecciones. Es un círculo vicioso que no solo se da en Guatemala. En los últimos años el impacto de estos desvaríos en la economía global ha sido de tal magnitud que obliga a hacer reflexiones sobre el pasado, el presente y el futuro del movimiento sindical.
El movimiento ha madurado más en unos continentes que en otros por el grado de desarrollo de sus economías y la evolución de sus sociedades. Pero el hilo evolutivo conductor del movimiento persiste con las diferencias naturales de cada continente.
En Latinoamérica, ciertos países demuestran un mayor desarrollo y van a la cabeza en la medida en que sus economías se han ido expandiendo y la organización social ha evolucionado. En Guatemala, los conflictos políticos vividos han obligado a la dirigencia a amoldarse y hasta transmutarse, adaptándose a esos hechos de nuestra historia.
Lo cual nos conduce al presente con una dirigencia que se caracteriza por su fragmentación: por un lado, un núcleo idealista, honesto y con una concepción madura y realista del movimiento sindical; genuinamente comprometido con el espíritu y la reivindicación de la clase trabajadora. Por el otro, un foco radical, inescrupuloso, vendido y manipulado por su propia agenda política y sus propios intereses particulares.
Esta polarización es quizás el mayor desafío que tiene el movimiento laboral en nuestro país. Es la misma batalla que han tenido que enfrentar todos los movimientos laborales del mundo. En los Estados Unidos, con la penetración de las mafias en los círculos de poder de los grandes sindicatos, hoy por hoy, relativamente libres, pero aún permeados de esa lacra. En las últimas décadas, en Europa el enemigo ha sido el efecto boomerang por el desenfrenado aumento del Estado benefactor.
Ahora el desafío de esas economías altamente productivas es tener la capacidad de enfrentarse a los cambios que impone la globalización de las economías que presionan los mercados de trabajo, especialmente en Europa occidental, conduciendo a un incremento continuado de la tasa de desempleo. La cual a su vez aumenta la presión sobre el financiamiento de los sistemas sociales de seguridad cada vez más altos, restando competitividad a su exportación.
En Guatemala es evidente que nuestro mayor potencial a futuro será la oferta de mano de obra calificada. Ese es nuestro capital productivo. El sistema educativo tiene que responder a esa demanda y a una mayor expansión de Intecap.
Para ello es imprescindible la definición de un contrato social entre sindicatos y empresarios, que permita, dentro de las realidades socioeconómicas que nos constriñen, la creación de un clima propicio para la atracción de inversiones que generen una economía que promueva empleos, riquezas y expansión. El Gobierno es el tercer socio en este triángulo, estableciendo las políticas que liberen y no restrinjan ese potencial.
Fácil decirlo, difícil hacerlo; pero el desafío esta planteado… y es inevitable.
Artículo publicado en el diario guatemalteco Prensa Libre, el día viernes 22 de noviembre 2013.
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