Caso para deshojar

En mejor momento no pudo llegar la captura de Roberto Barreda. Colgarse esa medallita es una bocanada de oxígeno para el gobierno, para el Ministerio Público y aquellos que salen a la palestra como los orquestadores de tan importante hecho. Las coyunturas son oportunidades para hundimientos o para que les llegue un as -no digo sacar, porque en este caso no corresponde-. Lo que aún no dicen es que en la medida que se exponen como los grandes hacedores, están elevando la cinta para lo que está por venir, y allí pueden estar sus entierros.

¿Qué harán esos funcionarios cuando algunos de sus cercanos aparezcan en escena como parte de las redes criminales que facilitaron su salida? Queda claro que se deben compartir los réditos con una alta dosis de fortuna y acciones sin cesar de actores no públicos.

Para la ciudadanía, un episodio afortunado en una novela interminable a la que aún le restan capítulos decisivos. No olvidemos que las piezas claves de lo mero bueno radica en las capacidades del MP y de los juzgadores; dos actores cada cual con sus posibilidades y vendettas.

En el primer caso, la capacidad de gestión de la Fiscalía será el termómetro para llegar en medianas o desgastadas circunstancias al proceso de las postuladoras. Aunque aparentemente la captura y retorno de los dos menores es aplaudido por “todos” los sectores, en lo profundo persisten algunos que aspiran a que el caso sea la condena de las actuales autoridades del MP.

Esas eternas contradicciones que a lo guatemalteco se llevan a los extremos. Tocar esa tecla puede provocar que salga en la pantalla una imagen que algunos no quieren. En el caso de los juzgadores, el asunto no es muy distinto.

La salida de Barreda y los dos años de total impunidad no pudieron ser posibles sin el compadrazgo de varios, más allá de las fidelidades familiares. Estar a sus anchas y rehacer su vida a tan pocos kilómetros de la frontera nacional, no son lógicas reacciones si no se goza de una cobertura de grandes proporciones. ¿Será posible destapar esa olla de alimañas? ¿Soportarán los jueces y magistrados que se implicarán en lo sucesivo las presiones de esos actores que raudos y veloces ven este asunto como una ocasión para remover las aguas y sacar ganancias en favor de mayor oscuridad? ¿Esa institucionalidad al mínimo minimorum podrá dar la talla para lo que resta por escribirse? Si de algo estoy claro es que para contrarrestar esa posibilidad, las organizaciones sociales que han estado prendidas de la yugular deberán seguir con ese afán.

Mientras tanto, corren cientos de opiniones, “hipótesis” como imágenes de esa facilidad catártica donde la acumulación de realidades frustrantes, da paso por momentos a resquicios de esperanza. Lo importante es tomar distancia para que el suceso sea aprendizaje social, que sirva para que los victimarios pongan las barbas en remojo porque tarde o temprano la verdad llega, y más para las víctimas de esas formas de violencia imperceptibles, traumáticas; expresiones de una sociedad cada vez más violenta y desoladora.

Publicado el 14 de noviembre de 2013 en www.prensalibre.com por Renzo Lautaro Rosal
http://www.prensalibre.com/opinion/Caso-deshojar_0_1029497057.html

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