Cambiar para no cambiar nada

La nueva iniciativa de Ley Electoral y de Partidos Políticos, una vez más, nos demuestra la irresponsabilidad de la clase política. Pero más allá de este conocido comportamiento, los actuales partidos políticos acceden a realizar modificaciones a la ley, pero justamente para no cambiar nada de fondo. La preocupación de la sociedad civil y otros grupos organizados es legítima, se necesita oxigenar el sistema político para evitar una situación que complique aún más el débil tejido social en el cual nos desenvolvemos actualmente.

Los partidos políticos han demostrado fehacientemente que no constituyen organizaciones políticas serias, sino al contrario, entidades creadas para alcanzar el poder y se convierten en máquinas electorales para ganar eventos eleccionarios, apoltronarse en el poder y desde ahí mantener sus condiciones de vida incólumes.  No sólo manejan poder, el cual les sirve como instrumento de negociación, sino, además, les permite el privilegio de no trabajar, sino simplemente llegar a acuerdos con diferentes actores, para que por acción u omisión, se generen fondos ilícitos derivados de la corrupción, para acrecentar sus fortunas y mantener el privilegio de ser diputado o funcionario de turno.

Esta era una oportunidad importante, pero más allá de ello hubiese permitido cambiar el estado de cosas y así aligerar la presión social existente, abrir el sistema político en materia de participación y pluralidad de expresiones y con ello profundizar el esquema democrático. Sin embargo, aprobaron cambios a la actual ley, únicamente para engañarnos, para hacernos creer que efectivamente se pretende abrir una senda de cambios para el futuro, pero nada.

Como bien señala Manolo Vela, los políticos tienen secuestrada la política, para asegurar sus intereses y con ello hacerle el juego a un modelo político anclado en la oligarquía, que necesita de los políticos para acendrar sus intereses también.  Como mecanismo de intermediación en este juego siniestro e irresponsable se enraíza la corrupción, de donde salimos perdiendo el resto de la sociedad.  Unos se dan cuenta y otros aunque se den cuenta, saben que esta es mejor forma de enriquecerse fácilmente y asegurar la riqueza para varias generaciones.

Lamentable, porque el modelo, más allá de asegurar a la clase política y a las élites, abre el espacio para otras formas de poder que hoy apuestan por mantener también el estado de cosas para seguir funcionando sin ningún problema como es el crimen organizado y el narcotráfico.  Y aunque este juego no es nuevo, parece que durante este régimen la situación se ha ampliado y profundizado, con lo cual el porvenir de nuestra sociedad se sigue hipotecando más y más.

Es necesario que las élites se piensen hacia adentro de sí mismas, al igual que la clase política, sabiendo que al perder privilegios evitarán el colapso de una sociedad que cada vez más exige cambios con la única intención que las relaciones sociales, políticas y económicas mejoren para bien de todos.  Lástima que mantener los privilegios y el enriquecimiento ilícito se ha convertido en el motor de un modelo oligárquico que cada vez muestra enormes señales de fatiga, grandes fisuras, pero sin mostrar un mínimo de reflexión de cara hacia el futuro de nuestra sociedad.  Debemos evitar una vez más, asistir a refrendar una elección en donde únicamente votamos para  que se instalen y pavoneen sin el menor recato, nuestros propios y futuros verdugos, como decía Manuel Galich.

Publicado el 06 de noviembre de 2013 en www.lahora.com.gt por Juan José Narciso Chúa 
http://www.lahora.com.gt/index.php/opinion/opinion/columnas/186306-cambiar-para-no-cambiar-nada

 

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