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JOSÉ RAÚL GONZÁLEZ MERLO

 

Pavel Centeno pasará a nuestra historia contemporánea como el peor ministro de Finanzas. Un dudoso honor que ya era difícil de superar luego de la penosa gestión de Juan Alberto Fuentes. Estemos pendientes, quien quita y también quiera escribir su propia apología en un libro. Mientras ese momento llega, hay que evaluar la herencia de Centeno y orar para que no vayamos a saltar del sartén a las brasas… Dicen que Centeno manejó el Ministerio con un abierto resentimiento contra el sector privado. Prejuicios que se manifestaban con notorias diatribas en juntas de gabinete y en su desinterés por participar en reunión alguna con empresarios. Un distanciamiento estéril, pero que daba muestras de su falta de capacidad para ejercer tan importante cargo con efectividad. Sin embargo, su opus maximus fue impulsar, de manera improvisada e irresponsable, la llamada “actualización tributaria”. El aumento de impuestos más alto de nuestra historia resultó ser también el fiasco más grande. Plagado de inconstitucionalidades, imposible de interpretar y diseñada para aumentar el costo de operación de las empresas, aún tiene frenado el crecimiento económico. Sin duda, la medida más empobrecedora de este gobierno.

Su poca efectividad gerencial se puso en evidencia en el ejercicio del cargo como presidente del directorio de la SAT. Desde allí prefirió despedir al superintendente, Miguel Gutiérrez, antes de entender lo imprudente de imponer sus metas inalcanzables de recaudación. Enfrentado a la realidad y sin aceptar su error, tuvo que rebajarla en Q1 mil 400 millones. Una economía frenada y un bajo recaudo del IVA de importaciones lo llevó a su último disparate: proponer la intervención de las aduanas.

Centeno nos deja una perversa inercia: mantener un déficit fiscal cercano a los Q10 mil millones anuales como “cosa normal”. Y con ello, un endeudamiento público de similares magnitudes que hipoteca el bienestar económico de las futuras generaciones. El partido que entró al Gobierno criticando el alto endeudamiento público va en camino a ser quien nos herede el aumento más grande de deuda de nuestra historia.

No pretendo minimizar las complejidades de Ministerio de Finanzas. Sin embargo, lo menos que el ciudadano esperaba es que su titular hubiese ejercido el cargo con humildad, prudencia y, si posible, competencia. Ahora, el presidente tiene un doble problema: encontrar a una persona con esas características que, a la vez, quiera y sepa cómo lidiar con el desastre que encontrará.

Pero, para ello, el presidente debe superar un problema aún mayor: darse cuenta del pobre servicio público que recibió de parte de Centeno; no solo como consejero en asuntos fiscales y económicos, sino como gestor de los mismos. Necesitamos un ministro que promueva un cambio radical en las finanzas públicas y que busque, agresivamente, detener la espiral de endeudamiento. Ese ministro no tendrá necesidad de escribir un libro para demostrar que sirvió, con honor, a los intereses de la nación; todos se lo reconoceremos inmediatamente.

 

Artículo publicado en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno , el día martes, 5 de noviembre  2013.

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