Relegadas pese a ser mayoría

Las mujeres constituyen mayoría en Guatemala, aunque eso no parece ser de mayor relevancia, pues continúan siendo uno de los grupos más vulnerables, desprotegidos y marginados del país, lo cual puede constatarse en cualquier ámbito, y mucho de eso inicia desde los primeros años, cuando la exclusión empieza a dejar una huella profunda que a la mayoría de ellas marcará de por vida, condenándolas a cargar un cúmulo de limitaciones.
 

Un primer escenario que abre el surco de la exclusión para la mujer se da desde el propio hogar, donde muchas de ellas empiezan a padecer el machismo a través de nefastas prácticas cotidianas; desafortunadamente los padres se convierten en los primeros promotores de una cultura que limita su desarrollo, empezando por limitarles el acceso a la educación, ya sea porque prefieran que ellas se queden a cargo de los oficios domésticos o simplemente porque menosprecian su potencial.

En áreas alejadas de los centros urbanos es donde se profundiza otro escenario que limita muchas oportunidades para las mujeres; las estadísticas negativas se focalizan en las realidades que afrontan las niñas indígenas, dado que reciben una triple exclusión: por su edad, por su género y por su cultura. Son vistas como mano de obra imprescindible para la familia que ni siquiera llega a tener conciencia del daño que eso conlleva para su propio futuro, pues las condena a una vida marcada por las limitaciones y a repetir el círculo de la opresión y la pobreza.

En la medida en que las protagonistas de esta historia están más alejadas de la capital su drama es mayor porque es donde también el Estado se hace más débil y el brazo benefactor no llega a prodigar bienestar o cuando menos dotar a esas comunidades de los recursos necesarios para garantizar que se tenga acceso a un mínimo de oportunidades para llevar una vida digna; a ello hay que sumarle el lastre que implica la corrupción que se constituye en otro poderoso valladar para millones de guatemaltecos, pues carcome los recursos que deberían contribuir al desarrollo.

Por supuesto que habitar un centro urbano tampoco es garantía de bienestar, ya que aun en la capital se viven muchas de esas desigualdades, lo cual puede comprobarse dando un vistazo a las grandes estructuras de poder, como el Congreso de la República, donde de 158 diputados apenas 20 son mujeres, lo que representa solo un 12 por ciento de representación femenina, algo que por supuesto se replica en el gabinete de Gobierno, donde de 14 ministerios únicamente dos están ocupados por mujeres, apenas un 14 por ciento.

Ayer, dos organizaciones que se dedican a monitorear el gasto presupuestario de género daban a conocer que ni siquiera se respeta la Ley del Presupuesto, que estipula una inversión para ese sector en el gasto público, y esto es otro de los indicadores de la poca importancia que el mismo Estado le otorga a la equidad de género, que a pesar de normas legales establecidas no se cumplen y eso solo redundará en una mayor limitación al desarrollo de la mujer, por lo cual no resulta extraño que nuestro país ocupe posiciones de rezago cuando se nos evalúa en igualdad de género.

Publicado el 24 de octubre de 2013 en www.prensalibre.com por Editorial Prensa Libre 
http://www.prensalibre.com/opinion/Relegadas-pese-mayoria_0_1016898327.html

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