Los contrabandistas sonríen

Si alguien sabe cómo funcionan esas estructuras, es el Presidente.

Los contrabandistas son los soportes más fuertes de la corruptela, más influyentes y más expandidos. Son tradicionalmente protegidos por las instituciones gubernamentales, porque manejan las claves hedonistas de políticos y militares de alto rango, para configurarles un engarce que fluye en grandes réditos económicos, sin señalamientos ni castigos. Se benefician muchos, a cambio de protegerlos comprando la voluntad de comandancias, vistas de aduanas y cualquier empleado, de cualquier categoría, vulnerable y sediento de riqueza pronta, que tenga que ver con controlarlos.

Los contrabandistas no se inmutan ante cualquier atisbo de quererlos someter, con cambios de personas, en los altos puestos de la SAT y de cualquier aduana, porque se sostienen en los mandos medios que, en cualquier Gobierno son intocables, y a quienes los funcionarios de turno no destituyen, sino que rotan de una aduana a otra. Son los famosos invisibles, porque todos sus compañeros saben qué hacen, pero no los denuncian, porque, de alguna manera, “salpican” su silencio.

La estructura que ha crecido ferozmente, por la benevolencia con que se liberan los precursores químicos, las armas, la gasolina y las drogas, no se reduce ni les preocupa. Le lleva décadas de experiencia a cualquier intento gubernamental de mellar su patrimonio, porque está afincada, desde los tiempos en que sus sempiternos comandos descubrieron que, poder y mafias hacen un excelente maridaje. Se integran, se equiparan y transforman, en cada periodo gubernamental.

De menor notoriedad, pero siempre engarzados a las mayores estructuras y a los millonarios rendimientos: los cigarrillos chinos, la mercadería mexicana, la ropa de paca, artículos de primera necesidad y cuanta bisutería se desplaza y se vende en calles y mercados, de centros urbanos en los 22 departamentos de la República. Sitios públicos, sin que ninguna autoridad oficial ose pedirles un documento de embarque o una factura. A los miles de distribuidores y vendedores, para suavizar la permisibilidad del sistema, le llaman “economía informal” y con esa dispensa, el sistema admite que conforman el 75 por ciento de mercado laboral y los excluyen del pago de cualquier impuesto. Es decir, las ventas que, en mucho, su origen es el contrabando, no se les toca fiscalmente. El sistema protector es perfecto.

Sorprende entonces la reacción pública del gobernante, al afirmar que intervendrá los puertos y las aduanas más transitadas del país. Y más sorprendió, que todo un ministro de Finanzas, después de haber destituido a personas eficientes de la SAT, resultara dando el piojo. Se dio por vencido la semana pasada, pidiendo auxilio para establecer un mejor control.

¿Cuál es el verdadero fondo de tan indescifrable reacción? Solo podemos suponer, lucubrar e intuir: si alguien sabe cómo funciona el contrabando y quiénes lo protegen, es el Presidente. Si alguien sabe cómo funcionan esas estructuras es él. Si alguien sabe a quiénes se ha nombrado como piezas maleables y poco comprometidas con la honestidad, en todos los estamentos de control, es él. Si alguien sabe que la “discrecionalidad” en las inspecciones, de cualquier índole, es el mejor ángulo para la corruptela, es él. Entonces, si seriamente tuviera la voluntad de someter al contrabando, solo denunciaría a los actores y sus hechos, ante el Ministerio Público. Eso de llamar al Ejército y a la PNC, para que vayan a controlar las ilegalidades a lugares donde siempre han tenido fuerte presencia, es lo más contradictorio y lo más inaudito. Los capos del contrabando se sonreirán al pensar en tales e ineficientes incongruencias.

Publicado el 18 de octubre de 2013 en www.elperiodico.com.gt por Silvia Tejeda
http://www.elperiodico.com.gt/es/20131018/opinion/236342/

No Responses

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


The reCAPTCHA verification period has expired. Please reload the page.