Esta semana la arranqué teniendo que buscar en el diccionario la palabra pusilánime, es decir, aquel falto de ánimo y valor para hacerle frente a grandes empresas. El contexto del artículo en donde leí esta palabra me hizo pensar que efectivamente, nos estamos convirtiendo en una sociedad que puede ser llamada cobarde y sin espíritu. La principal fuente de nuestro carácter pusilánime es que la apatía se ha apoderado tanto de nuestro día a día que nos hemos rendido ante ella. Estamos ya tan acostumbrados en nuestro diario vivir a los asesinatos, a la corrupción y el robo, que no creemos que haya una salida. Se mira tan grande el reto de arrancar el cambio, que nos estamos dejando caer al abismo de a quién “le toca”. Hemos logrado transmitirle a mucha de nuestra juventud tal nivel de desesperanza que ya está casi segura que nada cambiará. Hay tanta podredumbre en el sistema, que hoy por hoy vemos al corrupto pero que hace “obras”, como preferible que aquel que solo roba y despilfarra. La gasolina que alimenta al corrupto y el pícaro es la certeza del carácter pusilánime de la gente honrada y trabajadora.
Platicando sobre este tema vino a la conversación el recuerdo de la toma de la Plaza de Tian’anmen en China en 1989, cuando un grupo de estudiantes cansados del sentir pusilánime de su sociedad se rebela en contra del Partido Comunista. Nos queda de recuerdo de ese evento la imagen de un estudiante solitario de plantón frente a una tanqueta del Ejército, apuntándole. ¡Esa imagen impresionante refleja precisamente la posición que como sociedad debemos tomar contra ese monstruo que es la apatía y el sentir pusilánime! No podemos permitir que las elites de este país, los académicos, los profesionales, los empresarios, etcétera, no importando su ideología, se rindan. Tenemos que combatir con fuerza en cada uno de los espacios que nos toque hacerlo. Cada quien tiene el derecho de dar la luz que considere oportuna para acabar con esta oscuridad. Al corrupto no le importa la opinión de nadie, le es indiferente. Al valiente sí le importa la opinión de sus pares, por eso no hay que ser pusilánime en darles un apoyo. No necesitamos ponernos enfrente de un tanque, arriesgando nuestra vida para poder combatir la apatía. Simplemente reconozcamos que tenemos un gran reto por delante, y que la única manera de resolverlo es animarnos a enfrentarlo. Lo que tenemos que hacer es dejar de ser pusilánimes y combatir con nuestra fuerza en cada espacio donde nos toca hacerlo. Si preferimos estar alejados del peligro, por lo menos reconozcamos a aquellos que se atreven a cambiar y a ponerse enfrente del tanque que los mira en silencio. Una sola persona no es capaz de parar el tanque de la corrupción, pero si trabajamos juntos podemos hacer la diferencia.
Publicado el 18 de octubre de 2013 en www.elperiodico.com.gt por J. Rodolfo Neutze http://www.elperiodico.com.gt/es/20131018/opinion/236343/
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