Militarización llega a aduanas del país

La decisión del presidente de la República, general Otto Pérez Molina, oficializada ayer, de situar bajo control militar a cinco de las principales aduanas del país, constituye un paso más en el afán del gobierno patriotista de colocar a oficiales en activo o retirados, y a fuerzas castrenses, en puestos o funciones estratégicas del Estado.

No existe virtualmente, en estos momentos, ninguna institución gubernamental de importancia donde no haya presencia o cumplan funciones de decisión o control, allegados generacionales del mandatario u oficiales con vínculos de promoción o camaradería, con lo que se da la razón a quienes ya hablan de una militarización, abierta o solapada, de la administración pública.

Esta incursión castrense en las esferas del poder político es vista con preocupación y suspicacia por quienes razonan, primeramente, que ese ejercicio es ajeno al ámbito de formación profesional y vocacional de los uniformados, mientras la experiencia de su desempeño en puestos públicos en los últimos cincuenta años, la proyecta como desaconsejable e inconveniente.

Pese a la raquítica memoria histórica característica del estamento social, aún se citan con frecuencia, en círculos dedicados al análisis de la problemática nacional, el mal desempeño de militares que a su paso por cargos públicos dejaron dos huellas penosas e indelebles: su incapacidad para administrar y el usufructo del cargo para integrar cofradías que cometieron abusos y se enriquecieron a costas del erario.

Son conocidas ciertas fortunas de origen espurio, de militares que nunca fueron investigados a causa de la debilidad fiscalizadora, pesquisidora y sancionadora del Estado y las relaciones de esos potentados advenedizos con los círculos de poder formal o fáctico. Y casualmente fueron las aduanas uno de los diversos espacios de enriquecimiento ilícito que aquellos controlaron.

Aunque los tiempos han cambiado y existe algún avance tanto en materia de leyes anticorrupción como en la capacidad y voluntad del Estado para perseguir a los delincuentes de cuello blanco, así como en la posibilidad de fiscalización y denuncia de la sociedad civil, el fuero militar todavía disfruta de una especie de coraza protectora originada en el retorcimiento de preceptos relacionados con la seguridad nacional, lo cual imposibilita el escrutinio del manejo presupuestario y de actos tipificados ahora como tráfico de influencia.

Es irónico, entonces, que se confíen las aduanas, la estructura del Estado más permeada por la opacidad y apetecida por los corruptos, a quienes en el pasado no solo fueron incapaces de controlar la defraudación al fisco, sino que usaron el cargo para su propio beneficio. El tiempo dirá si los oficiales de esta época son distintos a aquellos que mancharon la reputación castrense o si se trata de un nuevo tropezón en la misma piedra, por parte de quienes dictan las altas decisiones políticas.

Al margen de la valoración de las aduanas, es previsible que a los desaciertos de este gobierno se sumará, en la evaluación ciudadana, la militarización del Estado, una medida que socialmente se reprueba y que, a su tiempo, le pasará factura al partido oficial.

Publicado el 16 de octubre de 2013 en www.prensalibre.com por Editorial Prensa Libre 
http://www.prensalibre.com.gt/opinion/Militarizacion-llega-aduanas-pais_0_1012098801.html

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