Jóvenes que quieren cambios (o no)

Siete (u ocho) evidencias de dinámicas sociales.

Todos los que optamos por hacer vida en Guatemala lo hemos hecho (consciente o inconscientemente) porque creemos que el futuro será mejor, o al menos porque el país está en movimiento y hay oportunidades de crecer, de cambiar o de corregir lo que se ha hecho mal. De hecho, el país está mejor que antes. Mejor que en 2009, que en 1978, que en 1943.

 La semana pasada me invitaron a hacer análisis políticos en la OEA, en Georgetown y en una revista centroamericana. Y buscando evidencias para el optimismo o para recordar que el país está muy vivo, moviéndose, encontré varios esfuerzos de jóvenes.

 Ubiqué siete, u ocho, evidencias. La octava es la ilegal, es la del crimen organizado. Hay una minoría de jóvenes, de todas las clases, que optan por el camino mortal de la cultura mafiosa, en la que todo vale con tal de obtener dinero y poder. Quizás muchos de ellos no lo harían si hubiera avenidas para superarse y no fuera como con sus papás o abuelos, que trabajaron 60 horas semanales para ganar Q3,000 a sus 50 años.

 La primera evidencia es la de los jóvenes cooperativistas, que están aumentando y son sinónimo de crecimiento económico democrático. La segunda es la del movimiento social, particularmente indígena y ambientalista. Si no fuera por esa participación masiva de jóvenes de todo el país contra el extractivismo, no se hubieran podido realizar consultas comunitarias en la que ha participado más de un millón de guatemaltecos. Con lo duro que es oponerse a la industria más atractiva para los políticos y empresarios, tiene un gran mérito.

 La tercera es la de los jóvenes que trabajan por dar oportunidades a jóvenes en conflicto con la ley en áreas marginales. Es un trabajo valiosísimo por rescatar vidas. Desde la sociedad civil y antes desde el Estado (Escuelas Abiertas). Una cuarta es desde otra esquina del país. Los jóvenes de Un Techo están creando muchísima conciencia social y cambiando vidas entre jóvenes de clases media y alta, y construyendo con sus manos una vivienda mínima para gente que la necesita. Y cada vez tienen más conciencia.

 Una quinta es la de los treintañeros que trabajan en el MP, la PNC o los juzgados enfrentándose al crimen organizado y a los mafiosos y a los rudos. Una sexta son los periodistas, columnistas y lectores jóvenes que debaten en los medios; un ejemplo, –claro, nadie habla mal de su puesto de carne en el mercado– es Plaza Pública.

 Y una séptima, para recordarnos que ser joven no es sinónimo de cambio, son los conservadores. Herederos de una mentalidad retrógrada, la han ido afinando, endureciendo o suavizando, pero muchos jóvenes trabajan con afán para que no cambie lo sustancial del país. En fin, Guatemala está muy viva, y eso es motivo para el optimismo.

Publicado el 08 de octubre de 2013 en www.elperiodico.com.gt por Martín Rodríguez Pellecer
http://www.elperiodico.com.gt/es/20131008/opinion/235763/

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