Economía sin rumbo

La falta de coherencia y consistencia.

“Las tasas de crecimiento económico alcanzadas por Guatemala durante los últimos años no bastan para que los guatemaltecos gocen de un nivel de vida satisfactorio y sostenido. A pesar de los avances en el “ámbito macroeconómico, tales como una inflación bajo control, un tipo de cambio estable y reformas financieras… el reto del crecimiento económico sigue tan vigente como antes”. Esta conclusión de la “Estrategia de Desarrollo Económico y  Social para Guatemala”, del CIEN, de 1995, sigue siendo tan válida hoy en día como hace 20 años.

A pesar de la estabilidad macroeconómica que el país ha gozado durante los últimos años posibilidades de crecimiento económico se ven seriamente limitadas por el mismo tipo de restricciones que afectaban a la economía hace 20 años. Sobre todo, por la “falta de definición de largo plazo en la política económica… no permite generar los incentivos y expectativas necesarios para el óptimo funcionamiento de la economía… y afecta de manera negativa la credibilidad y variabilidad de la misma”.

En la medida que más tiempo pase sin que se encaren los problemas económicos y sociales con una perspectiva de largo plazo, más complicado resultará encontrar una solución a los mismos. En la Estrategia del CIEN antes mencionada, se dice, por ejemplo, que la falta de definición en la política económica entre 1989 y 1995 hacia una “pequeña diferencia”, en 1989 era factible proponer “un plan de crecimiento acelerado mediante el cual pudiésemos alcanzar tasas de crecimiento económico del siete por ciento anual… en 1995 esa posibilidad se ve más lejana que nunca”. Si en 1995 se veía lejana, en 2015 lo estará aún más. Los 20 años que han transcurrido no han pasado en vano. La falta de coherencia y consistencia en la política económica termina provocando, incluso, que lo que antes no era un problema se convierta en uno. Parafraseando la canción de Arjona, “los problemas no eran problemas, pero ahora sí lo son”. Hace 20 años, por ejemplo, la inseguridad ciudadana no era una restricción tan importante al crecimiento como hoy en día. Lo mismo puede decirse del nivel de informalidad económica y de la conflictividad social en torno a grandes proyectos productivos, por citar algunos ejemplos.

“¿Cuánto tiempo más puede mantenerse este patrón?” Por lo menos, 20 años. Los 20 años que ya pasaron entre el momento en esta pregunta se formuló dentro del marco de la estrategia antes referida y el día de hoy. ¿Serán necesarios otros 20 años más? No debiera ser el caso. La situación económica y social que hoy vive el país es producto, entre otros factores, de esta falta de coherencia y consistencia en la política económica a lo largo del tiempo. Las oportunidades perdidas son tan solo uno de  los costos que hay que pagar por esta indefinición. Tanto o más importante resultan los costos asociados con recuperar el “tiempo perdido”. Mientras más tiempo pase antes que se corrija la forma en que se conduce la política económica y social, más difícil será iniciar y sostener en el tiempo cualquier proceso de reforma.

Publicado el 08 de octubre de 2013 en www.elperiodico.com.gt por Hugo Maúl R. 
http://www.elperiodico.com.gt/es/20131008/opinion/235766/

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