es pensar que tenemos “derecho” al desarrollo. La consecuencia de lo anterior es hacer creer a la gente que el progreso es cuestión de “poner la mano” y que alguien más lo proveerá porque “es un derecho humano”. Esas personas asumen que el desarrollo se puede lograr “por decreto”; de tal manera que, basta con que esté escrito en alguna ley para prosperar. La mal llamada “Ley de Desarrollo Rural” es un ejemplo de lo anterior.
Otra característica de la mentalidad empobrecedora es la envidia representada en la frase “la riqueza de los ricos es la causa de la pobreza de los pobres”. Como consecuencia de lo anterior, las personas andan buscando de qué manera redistribuyen lo que “los ricos” producen, en vez de incrementar las capacidades de creación de riqueza del resto de la población. La envidia nunca ha sido buena consejera, pero es la deformación de la personalidad que más fácilmente se puede explotar. La fracasada “Actualización Fiscal” es un ejemplo de ese virus redistributivo.
El común denominador de los países pobres es un liderazgo político y social que padece de lo que Ayau llamaba el “analfabetismo económico”. Una dolencia que, por ignorancia o mala fe, impide establecer buenas relaciones causa-efecto en materia económica. Por ejemplo, la oposición a los proyectos hidroeléctricos se basa en el engaño del que es víctima la población, por miedo e ignorancia, desconoce los beneficios que podrían obtener de esas obras. Pero la falta de generación de energía eléctrica renovable y limpia perjudica a toda la Nación y al mismo medioambiente. Cómo se nota que, en medio de esta pobreza, los únicos ganadores son los “líderes sociales y ambientales” que lucran con la desgracia nacional.
En esa misma categoría pueden entrar otros proyectos de inversión, tales como minas, nuevas fábricas, etc. La oposición irracional basada en miedos infundados o exagerados busca rechazar las inversiones sin que los promotores de esos miedos ofrezcan una alternativa viable para superar la miseria en la que preservan a la población.
Por lo tanto, las condiciones de pobreza en las que se encuentran la mayoría de nuestros compatriotas deberían ser perfectamente superables. Si no fuera así, todos los países del mundo serían pobres. En última instancia, la diferencia entre unos y otros es la mentalidad con la que la población y su liderazgo han enfrentado el reto de la pobreza. Mientras mantengamos una mentalidad empobrecedora, seguiremos “bateando” en el intento por superar la pobreza.
Publicado el 10 de Septiembre 2013 en www.prensalibre.com por JOSÉ RAÚL GONZÁLEZ MERLO http://www.prensalibre.com/opinion/Mentalidad-pobres_0_990500953.html
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