De infamias políticas

El tema de los bonos claramente fue un autogol del partido político que hace gobierno. Porque no solo no cuentan ahora con el dinero que esos bonos supuestamente les darían para la próxima campaña política, sino que por haber negociado juntos los bonos con los préstamos, perdieron la oportunidad de que estos fueran autorizados por una mayoría en el Legislativo. La situación financiera del país tambalea y puede poner al partido en cuestión de rodillas. Políticamente, eso podría significar que, en este perverso juego

de poder que se sostiene en el Congreso de la República, los otros partidos ganaron cancha. Ello podría, a su vez, provocar que esos partidos “concedieran” ahora la aprobación de al menos uno de los dos préstamos propuestos por el partido oficial en el combo de los bonos, pero a cambio de pasar y aprobar las famosas e indispensables leyes de Transparencia, la Ley Electoral y de Partidos Políticos y otras que las bancadas de oposición identifican como peticiones ciudadanas que podrían retribuirles rédito político y capital electoral. Hasta aquí cualquiera de nosotros diría que la cosa entonces no fue tan mala como creíamos.

Sin embargo, sabemos de qué madera está hecha la casta política del país y los niveles de ambición y canibalismo que padece. Y como la ciudadanía anda tan ocupada en sus propios asuntos, no tendría tiempo de revisar en qué condiciones se pasarían estas leyes en el Congreso.

Un más que necesario paquete de leyes de Transparencia y una urgentísima Ley Electoral y de Partidos Políticos seguro que pasarían, pero, ¿en qué condiciones? ¿Serían espantosos mutantes sin forma que ya no responderían a las demandas ciudadanas y no garantizarían para nada acabar con la corrupción de la clase política?

En las últimas semanas me ha tocado recorrer las carreteras del país por distintas razones; en la que va hacia Quetzaltenango o la que va de Mazatenango a Siquinalá ya se pueden ver piedras y postes pintados de morado o de rojo, anunciando una adelantadísima campaña electoral de dos partidos que no tienen vergüenza alguna de ensuciar los caminos de Guatemala. (En su sentido literal y metafórico). ¿Y es a esos partidos a los que hemos de confiar que revisen y pasen leyes de transparencia u otras iniciativas que regulen este tipo de abusos que contaminan visual y subliminalmente la conciencia ciudadana?

Frente a la infamia política debemos estar, como ciudadanía, muy atentos a las movidas que se avecinan antes de la campaña que ya comenzó. Porque si entre ellos se meten goles y autogoles, a nosotros, tan desprotegidos frente a las artimañas de la clase política, nos pueden volver a ganar por default. Dicen que por aquí somos muy desconfiados, pero es que parece que sobran razones para serlo, sobre todo ante los saqueos y oscuras relaciones que la clase política ha sostenido con los financistas de campaña.

El paquete de los bonos más los préstamos presentado por el partido oficial constituía un lubricante para este sistema político corrupto y abusivo que venimos saboreando los guatemaltecos y guatemaltecas a lo largo de las últimas cinco décadas. Pero —de manera general— no podemos fiarnos de los partidos de oposición, sobre todo en una coyuntura preelectoral que comienza a atropellarnos de tantas maneras.

Detrás de todo siempre queda la pregunta ¿quién jala realmente los hilos de quienes defienden los votos en el Congreso?

Pienso que frente a este escenario político, a la ciudadanía nos queda recordar las palabras de José Martí sobre la infamia: “El que vive de la infamia o la codea en paz, es un infame. Abstenerse de ella no basta, se ha de pelear contra ella. Ver en calma un crimen, es cometerlo”. Y en consecuencia, hacer algo desde los respectivos espacios, para que la infamia no se viva en complicidad.

Publicado el 31 de Agosto 2013 en www.prensalibre.com por CAROLINA ESCOBAR SARTI
http://www.prensalibre.com/opinion/infamias-politicas_0_984501562.html

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