Dasein

Las relaciones violentas  rompen el tejido social.

El filósofo alemán Martin Heidegger dijo que el humano es un ser “arrojado a la existencia”, queriendo con ello explicar que existe en el mundo y que actúa sobre las cosas. De esta manera, el actuar humano nunca es neutro. Cada acto genera una onda expansiva de efectos aún si proviene de un sujeto desprovisto (aparentemente) de poder. Pero también es cierto que cada acto humano responde a un contexto que incide de manera profunda en la construcción de significados.

En fechas recientes se produjo en la ciudad de Guatemala un intercambio social que es importante analizar. Un muchacho robó, a mano armada, un celular. El afectado clamó por ayuda y un joven estudiante respondió corriendo tras el ladrón para recuperar el celular. El ladrón le pegó un tiro en la cabeza. Los amigos del joven herido y otras personas persiguieron al ladrón y lo lincharon. Ambos jóvenes murieron a causa de las heridas.

Las imágenes que generan este relato son poderosas y nos explican de manera muy efectiva la realidad que hemos creado y las relaciones que provoca. Asaltar a mano armada es un acto de violencia extrema. Siguiendo a Heidegger, el joven que asalta utilizando un arma, ha sido arrojado a una existencia donde las leyes de convivencia son hostiles. La relación con “el otro” incluye la posibilidad de matar. ¿Es este joven ladrón el único responsable de la definición de las relaciones sociales en el medio en que vive? Quizá sería más oportuno verlo como parte de un esquema más integral. Él es parte de una sociedad hostil donde no existe consideración hacia el otro. Si no nos interesa la extrema pobreza, la falta de oportunidades, la desprotección de la mayoría, somos parte del caldo de cultivo de relaciones violentas. El joven estudiante que persigue al delicuente se solidariza con la persona asaltada. Intenta recuperar el celular sin medir el peligro. El asaltante asediado no tiene piedad: dispara a matar. La espiral de terror que lanzó al ladrón a la calle victimiza de nuevo a la sociedad y provoca una muerte inútil.

La turba responde indignada al acontecimiento que presencia. Su empeño no es capturar al delincuente para que le sea aplicada la normativa formal del sistema, pues no tiene significado real para la gente. No sabe a justicia. El resultado es tremendo. La turba lo destroza con rabia. Todos quedan igualmente involucrados en la violencia. El tejido social ha quedado roto y mancillado. ¿Cómo construir paz si nos comportamos de esta manera? El imaginario que nos domina es violento en todos sus ángulos. ¿No sería importante reflexionar acerca de cuáles son las premisas equivocadas que lo apuntalan para desmantelarlo? ¿No hemos sufrido bastante?

Publicado el 16 de Agosto en elperiodico.com.gt por Carol Zardetto
http://elperiodico.com.gt/es/20130816/opinion/232852/

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